a es primavera. En el melojar de Izki, en tu superficie comercial favorita, y ahora también en las instituciones españolas. Es el momento ideal para animarte a comprar tu propio diputado a precio de ganga. Otros ya lo han hecho y son clientes satisfechos. Móntate tu propia moción de censura, arma tu nueva mayoría o convoca tus elecciones anticipadas.

Como si de un outlet de bragas se tratara, los partidos se aprestan a revolver el cajón de los saldos y encontrar un chollo a su medida. No es producto de primera calidad, está claro, pero da el pego y cumple su función.

A pesar de los mareantes ofertones de esta temporada, las rebajas no son novedad en la política española. Cuando se toca poder, las filas están prietas, las disensiones suavizadas y los trapos sucios se lavan en casa. La tarta es demasiado golosa como para perder bocado con disputas internas.

Pero, ay amigo, en la oposición hace frío y no queda ni una migaja que echarse al coleto. Así que, guardados los escrúpulos en un cajón, es momento de cobijarse bajo otro árbol que dé mejor sombra. No importa que el ejercicio de chaqueterismo sea indecoroso. Ni mucho menos que comprometa la reputación. Tampoco si hay que pagar peaje en forma de investigación de la fiscalía. Que esta es una inversión garantizada con intereses asegurados.

Además, la parte más sucia se hace alejada de los focos. Es cosa de Teo y sus maletines. Luego ya harán los medios su ímproba labor para blanquear toda la cochambre.

Así que a promocionarse en el escaparate tocan. Liberal en lo económico, progresista en lo social, conservador en lo moral y ultra en lo identitario. Alehop. Un comodín con encaje en cualquier sigla de la derecha. Subasta al mejor postor. Llévate tres diputados por el precio de dos. Al tercero basta con colocarlo de consejero de Cultura.