ale que la turra es insoportable. Que el madridcentrismo ha alcanzado ya cotas patológicas que inducen a suicidio. Que resulta difícil resistir la tentación de aislarse en provincias, calarse la txapela hasta las cejas y blindar la aldea de Astérix al tsunami informativo invasor de la meseta.

Pero quien piense que las conspiraciones de la Corte no nos afectan está muy equivocado. Por mucho que sus guiñoles nos parezcan lejanos, esperpénticos y ridículos, el guión de la obra nos tiene en cuenta, queramos o no, como actores secundarios.

El viento sur influye en el clima político norteño mucho más de lo que algunos creen. Y el último capítulo en especial. La enésima trama corrupta, con sus consiguientes extorsiones y cambios de cromos, ha reforzado los delirios de grandeza de Ayuso y su OPA hostil al liderazgo de Casado.

Podemos observar con superioridad moral y gesto de asco los tejemanejes entre la cueva de Alí Babá de Génova 13 y los impulsores de la regeneración democrática naranja. Y señalar cómo sobresale, bajo su manto de patriotismo, el bulto de mierda de comisiones ilegales, sobresueldos y cuentas en Suiza.

Pero todo esto ya lo sabíamos. Ahora, el último meneo al estercolero ha creado el caldo gordo perfecto. Al grito de libertad, los hooligans del liberalismo y el nacionalismo español se lanzan al ataque. Han testado el terreno con el señuelo de Vox y salen del armario sin complejos y a por todas. Con Ayuso como abanderada, la derecha española, una y trina, cierra filas en torno a la agenda política de los ultras.

Amenaza explícita para mujeres, jóvenes, inmigrantes y todo lo que aporte color y diversidad a su España rojigualda. No podremos decir que no estábamos avisados. Basta con orientar un poco el oído hacia el sur. Resuenan cada vez más cercanos los tambores de guerra.