algo al balcón protegido del frío atardecer y ama me espera compungida porque, dice, hace días que no me oye. Le explico que con frío no me apetece salir, y ella contesta que para compartir balcón con ella puedo hacerlo en la cálida sala de casa. Remata comentando que me ve cara triste, y le digo que lo estoy.

Por animarnos, le rememoro cuando aita veía fútbol y comentaba que Amancio debía correr más por el centro o que Gorriti no jugaba el balón, solo despejaba. Ella sonríe recordándolo y nos liamos con eso de que todo el mundo se cree entrenador de fútbol, lo que me lleva a comentarle que ahora también casi todo el personal se piensa vacunólogo. Ama se sorprende y me pregunta sobre el tema.

Le explico que según leo, veo y oigo, todo el mundo parece saber de vacunas, además de sentirse imprescindible o prioritario para vacunarse. Bueno, todo el mundo que tiene sindicato o asociación, porque los mayores, los más necesitados para poder salir tranquilos a la calle, simplemente esperan confiados a que les llegue su momento. Y para entrenadores en vacunas, los partidos de la oposición con sus planes de vacunar, asegurando como si científicos fueran que una sola dosis vale, que alguien debe vacunarse antes que otro o que no se deben hacer reservas de vacunas. Todo esto olvidando que la vacunación la organizan y supervisan epidemiólogos y organismos públicos con muchos trienios en la materia. Le comento que si la oposición cree que, en una sociedad ya cansada, su táctica genera desconfianza hacia quien gestiona la pandemia, aciertan, si creen que con esa desconfianza la gente es más feliz, se equivocan, y si se paran a pensar que cuando esto se acabe, que se acabará, la gente no pasará factura a quien confundió y crispó, que piensen un poco más. Ama me mira tierna, me tranquiliza, se lo agradezco y por lo bajini le digo que empiezo a tener ganas de jubilarme.