ueño que voy remando por un lago. Sueño que estoy bajo un salto de agua imponente. Que visito una necrópolis romana. Que contemplo un cuadro de El Greco. Sueño que recorro una catedral donde se desarrolla una novela histórica de intriga. O que visito un edificio de paredes metálicas curvadas. Sueño que paseo por un bosque mágico, entre hayas centenarias. Llevo días soñando con todas estas aventuras. Y si usted creía que me refería a lugares lejanos, en realidad estoy hablando del embalse de Sobrón. Del nacedero del Nervión. De la necrópolis de San Miguele. Estoy hablando del Museo de Arte Sacro y la Catedral de Santa María en Gasteiz. De la bodega de Frank Gehry. Del Bosque de Otzarreta. Que estos destinos sean mis preferidos no es conformismo ante los cierres perimetrales este puente de San José o Semana Santa. No es resignación, en un momento en el que no toca escaparnos al pueblo de Burgos, ni al Mediterráneo. De hecho, hay un llamado turismo de kilómetro 0 que anima a viajar y conocer nuestro entorno más cercano. Lo promueve como un gesto político de cada cual, consistente en rebelarse contra las grandes multinacionales, que nos venden online paquetes vacacionales de "cuanto más lejos nos vayamos, más felices seremos". Esta filosofía del km. cero nació para impulsar el cultivo y consumo de alimentos locales, que no requieren miles de kms de transporte para llegar al consumidor. Ahora que la pandemia nos obliga a quedarnos aquí, puede ser una buena ocasión para aplicarla a la hora de vacacionear, poniendo en valor la cercanía. Así, p,ej., la página web Walk on the Basque Side de la periodista Vanessa Sánchez ofrece rutas alternativas, excursiones con personas conocedoras del lugar, parajes secretos€ Gracias a ella y otras empresas de turismo local, podemos buscar en Araba, y encontrar, el encanto del kilómetro cero.