ace fresco pero salgo al balcón y me encuentro con ama, que me comenta que le gustó mi reflexión sobre las contradicciones, y que yo fui mucho de ser contradictorio. Por eso escribí sobre el tema, le digo, por experto.

Empieza a recordar mi infancia, cosa que le encanta, y rememora mis muchas contradicciones. Hablamos de mis inconsecuencias, hasta que le expliqué que eran menores, que mayores son las que tienen que ver con el comportamiento público y con las ideas. Me recordó algunas de mi mundo ideológico, que no las cuento aquí por proteger mi intimidad. Siguiendo con el tema, le narro cómo, tras ponerse la gente de Bildu cachonda exigiendo a gritos investigar, aclarar el escándalo e incluso que la consejera dimitiera por las vacunas de los gerentes de hospital y por el director que se fue al golf saltándose el confinamiento, con el asunto Larrión, callan. Ama me pregunta sobre lo ocurrido con la lideresa gasteiztarra de Bildu, y le intento explicar lo que no sé, pero que robó un carnet, abrió una cuenta, suplantó la personalidad de otro cargo del partido y que intentaron retirar la denuncia. Ama se sorprende y me pregunta sobre lo que ha dicho Bildu, y le explico que nada, que en twitter dicen que ha dimitido y que es un asunto personal. Sonríe y me dice que, desde ese punto de vista, los autovacunados y el que se fue al golf no robaron nada, no suplantaron a nadie, fueron cesados y que lo suyo también eran asuntos y decisiones personales. Volvemos a reflexionar sobre las contradicciones, pensando que las que en política se producen resultan especialmente dañinas porque quienes en ellas incurren nos las explican como si fueran coherentes, pudiendo concluir cualquiera que medir al otro con diferente vara que a uno mismo resulta normal, lógico e incluso legítimo. Ama termina sonriente con un pareado: Bildu exige explicar mientras a ellos les basta twittear.