os regímenes dictatoriales se comen con patatas las libertades de información, expresión y semejantes; los regímenes más o menos democráticos sienten enormes tentaciones de meter mano a la libertad de expresión/información para restringir la libre circulación de ideas, pensamientos y similares. El pueblo anónimo utiliza la expresión andar con la burra a brincos para calificar una situación que vuelve a repetirse con idénticas argumentaciones que producen malestar y fastidio. y es lo que ocurre en el momento actual en que se discute la necesidad de retocar los límites de la libertad de los medios, a los que algunos iluminados de la escena política, quieren domesticar y limitar con espíritu censor de tiempos que creíamos olvidados, periclitados y finalizados; estos nuevos torquemadas quieren meter en cintura a los medios de comunicación y así manejarlos a sus anchas. La libertad de expresión, de información, de prensa son pilares básicos de la convivencia en democracia, su existencia es necesidad vital para el funcionamiento social de la política sea del signo que sea. Este mecanismo de relaciones ciudadanas se hace imprescindible para que derechos y deberes se articulen en el modelo democrático. Cada vez que se saca a debate público la necesidad de poner límites a la libertad de expresión/información, se abre un portillo para cercenar derechos y libertades. La mejor ley amparadora de la libertad de información es la que no existe, y es el día a día democrático el que decanta el uso racional y los límites obligados de este derecho democrático y moderno.

Es por ello, un derecho básico en nuestros días, cuya práctica define la calidad democrática de la convivencia social en estos momentos convulsos y agitados. Reprimir las libertades, poner limitaciones jurídicas al quehacer de los medios es cortar el necesario oxígeno de una sociedad que se ahoga en los vaivenes de una pandemia desoladora. Hay que dejar a la burra en paz, lejos de amenazantes brincos de tiempos que pensábamos superados.