n España hay autores que acaban con sus huesos en la cárcel. Por sus obras artísticas. Como país, nos lo tendremos que mirar. Recordemos a los titiriteros detenidos hace un lustro por terroristas. Por no hablar del caso más reciente: Pablo Hasél. Hace un par de años, fuimos el país del mundo con más artistas detenidos. Más que Irán, que ocupaba el segundo lugar. Turquía, el tercero. Lo que sucede en este país da para una tesis doctoral. La música, según las estadísticas, es el arte más perseguido, seguido muy de cerca por las artes visuales.

Algunos dirán que los artistas no terminan en la trena por su arte, sino porque han dicho tal o cual cosa en esa concurrida red social llamada Twitter. 280 caracteres: un twett, que se dice. Que genera en el mundo, parece ser, más daño que una bomba atómica. La traducción de twett podría ser algo así como mensaje entre pájaros. Esta columna que están ustedes ahora mismo leyendo contiene 3.000 caracteres. Este pájaro, por lo tanto, podría acabar hasta diez veces en la cárcel si no tuviera cuidado con las palabras que teclea.

El director de cine Nacho Vigalondo ya escribió hace una década un "peligrosísimo" twett sobre esta cuestión. "Ahora que tengo más de cincuenta mil followers y me he tomado cuatro vinos podré decir mi mensaje: ¡El holocausto fue un montaje!", proclamaba borracho. Acabó despedido del periódico en el que trabajaba. Menos mal que la memoria de las redes sociales es como la de un pez.

Pero no nos desviemos de la cuestión: hablábamos de artistas que acaban en el talego por ejercer de autores. No nos referimos a criminales, como Caravaggio, el pintor asesino prófugo que un día de 1605 mató a un sargento en una trifulca deportiva. Sino a creadores cuyo arte molesta a los poderes fácticos. Y no tan fácticos. En este país lo que sucede es que dichos poderes adolecen de cultura. Porque no la entienden.

No es lo mismo entonar "aprieta el gatillo", como cantaba el grupo Cicatriz, que lanzar ese mismo mensaje en un discurso político. En el primer caso, esa canción se lanza en un contexto determinado: un espectáculo musical. Te podrá o no gustar. Pero no llamas al 091. En el segundo, hablamos del terreno de la realidad y ahí lo que se dice puede tener consecuencias en el mundo real.

Siempre que se encarcela a un artista es porque el sistema judicial es inculto. Ya no sólo se enjaula a los activistas, a los políticos, a los intelectuales... antisistema, sino también a los tirititeros. Nadie está a salvo. No te puedes refugiar en el arte para esquivar a la censura como Buñuel con Viridiana en pleno franquismo. Ni eso te consienten.

Entalegar a un artista está tirado: solo tienes que sacar de contexto su arte mostrándolo en las redes sociales... Arrojarlo a los leones. Será la propia inculta ciudadanía la que lo lapide y exija su cabeza. Y como no tendrá un buen fajo de billetes para pagarse al mejor abogado habido y por haber acabará en la cárcel como un peligroso criminal.