Quién abrió la primera tasca de la historia de la humanidad? Ardua respuesta. El origen de los bares se pierde en el largo túnel de la historia habiendo sufrido éstos una gran evolución a lo largo de los tiempos. Como el hombre.

Sus antecedentes más claros provienen de la Roma clásica. De sus thermopolias, cauponas y tabernas. En las primeras se vendían bebidas y comida tanto para consumir ahí mismo como para llevar a casa. Las segundas eran lugares para pernoctar y, al mismo tiempo, eran establecimientos de comida y bebidas con mostradores en el exterior haciendo las veces de barras. Algunas cauponas fueron convirtiéndose en prostíbulos y, por ello, las autoridades romanas trataron de prohibirlas, aunque con poco éxito. Finalmente, las tabernas eran tiendas con un mostrador en el que se exponía los productos a vender o consumir. Contaban con bancos en su interior. Ahí, sentados, los parroquianos degustaban platos regados con vino que se bebía mezclado con agua. Eran sitios populares y de difusa fama. Desde entonces, las tabernas han cambiado con los años, pero exhalan todavía ese peculiar perfume de desinhibición social.

Históricamente, muchos creadores han encontrado en los bares su fuente de inspiración. Intelectuales y artistas a menudo han tenido ahí su base de operaciones. ¿Qué hubiera sido de la literatura, del cine, de la música, del arte sin la existencia de los bares? Recordemos a los artistas de la bohemia parisina, deambulado por el barrio de Montparnasse, lugar de reunión de los más importantes pintores vanguardistas del París de los años 20 como Picasso o Modigliani.

Recordemos a Hemingway enamorado del Café Iruña, en Pamplona. Recordemos el cuadro del artista americano Edward Hopper Los noctámbulos en el que podemos ver el exterior acristalado de un bar de New York con sus últimos y solitarios clientes.

El impacto de la crisis de la covid-19 se ha reflejado en todos los ámbitos de nuestra sociedad, pero han sido la hostelería y la cultura los dos sectores más sacudidos por las medidas restrictivas aplicadas por nuestros gobiernos. Dos ámbitos entrelazados.

Los bulliciosos años 80 y 90 en Euskalherria produjeron un gran borbotón artístico y cultural ligado al mundo de los bares. Aquí, en Gasteiz, los garitos de Zapa especialmente eran los lugares de reunión de dibujantes de cómic de la órbita de la revista TMEO, de músicos que nutrirían el llamado rock radical vasco, de escritores que publicaban sus primeros escritos en fanzines como Arabia Saudita, Lux Daemoniorum, Maskara o la revista Resiste y de artistas que realizaban obras y murales para algunos bares. Artistas como Santos Iñurrieta, Xabin Egaña, Mintxo, Pablo Milicua, Jorge Girbau o Koko Rico. Por no hablar de directores de cine como Juanma Bajo Ulloa. O actores como Karra Elejalde. Gorka Aguinagalde o Ion Gabella.

Esperemos que, pronto, nuestros bares vuelvan a la normalidad. Pues son parte fundamental donde sigue germinando nuestra cultura.