l exitoso conductor del magazine nocturno en prime time Pablo Motos, propietario de la productora que hace triunfar el formato con la inestimable ayuda de Jorge Salvador, ha tomado la desconcertante decisión de incluir a Tamara Falcó en una desenfadada tertulia para incrementar la audiencia e incrementar sustanciosos doblones. Nuria Roca y su consorte, Juan del Val; Cristina Pardo y el propio Motos asisten estupefactos y sorprendidos a las intervenciones de esta pija que no tiene más que una simple función decorativa en el reparto de intervenciones de diversos pelaje, contenido y sustancia. La televisiva sinsorga, no se sabe qué descerebrado ejecutivo la fichó para ignotos cometidos, resulta histriónica en su papel de figurante. La hija de Carlos Falcó e Isabel Preysler, necesita un hervor para superar su escasa agilidad mental, que tiene poco de interesante y mucho de estúpido decir y explicar, enseñándonos innumerables fruslerías que adornan su palaciega mansión, así como las nobles costumbres de un Marquesado de Griñón cuya actual titular es la niñata de la tele. Falta de conocimientos culturales básicos, desconocimiento de los pasajes más básicos de Historia, incapaz de articular un silogismo a lo que se añade escasa simpatía en el contar y el reír. Es un muñeco parlante, inoportuno y saltarín, que aburre, desconcierta y cabrea por su simpleza manifiesta, por mucho colegio inglés que haya intentado forjar la escasa inteligencia de un muñequito bien vestido, dotado de una acartonada amabilidad que se pasea por los platós con aristocrática presencia. Motos está encantado de su contratación, Cristina Pardo se asusta del escaso calado discursivo de semejante espécimen, Nuria se parte de risa con las intervenciones descalificadoras y Juan Del Val grita "tierra trágame" cada vez que la marquesita abre la boquita para meter la gamba. Un panorama desolador para una mala decisión. Motos se ha equivocado.