estas alturas del día es probable que ya haya tocado el Gordo. A otros, claro. Como siempre. Así que no nos queda otra que tirar del recurrente canto a la salud. Que no es poco con la que está cayendo. Y soñar. Que todavía no lo han prohibido y además es gratis.

Es muy sano por ejemplo tentarse la ropa y comprobar que la verdadera buena estrella se tiene si se ha conseguido esquivar el bicho en el entorno cercano, si el balance de daños no arroja demasiados estragos y si todavía está uno a tiempo de salir airoso de esta si persiste en las medidas de protección.

También ayuda fantasear con un mundo libre de pandemias, vacío de virus y lleno de abrazos. Puestos a soñar, un lugar en el que además no existen los problemas, ni el invierno y en el que el sol tibio baña nuestra piel. Ese lugar imaginario podría llamarse Canarias. Pero no el archipiélago real al que pronto habrá vuelos desde Foronda.

Otras Canarias. Un paraíso ficticio como la Jamaica a la que se evadía Javier Ortiz, maestro de cualquier aprendiz de columnista. El genial periodista no volaba a la isla caribeña, sino a su utopía particular, a la que recurría en los momentos de desesperación para transformar el escenario más gris en reflejos de espuma blanca sobre un mar azul intenso. Un lugar donde, decía Ortiz, "todo está por hacer" y "el futuro existe".

Así que la buena suerte no reside este año en los números que salen hoy al azar de un bombo. Sino en celebrar que estamos vivos, sanos y que podemos soñar. Mantengamos vivas nuestras respectivas Canarias imaginarias y hagamos de ellas nuestra particular Jamaica. Ese Edén íntimo que alimenta nuestra ilusión y nos empuja a resistir un poquito más en estos tiempos oscuros. Vamos, que de esta salimos. Seguro que el maestro Ortiz lo expresaría mejor. Canarias o muerte. Venceremos. Suerte.