ecuerdo que en mi casa se ponían los garbanzos con berza entreverada, todo junto, y a pesar de protestar porque la berza me gustaba pero los garbanzos no, mi ama no cedía y, aunque diseccionaba dejando algunos, en general me los tenía que comer. Más tarde descubrí, como millones de personas, que cuando te casas o te arrejuntas con otra persona para formar pareja, no solo te casas, te arrejuntas o lo que fuere con tu persona amada, también lo haces con toda su familia. Pasarás a celebrar cumpleaños de primos, cuñados y suegros, a celebrar navidades con todos ellos (este año no, eh?) y a eventos festivos que formaban parte de una cultura que tú desconocías absolutamente. Ahora Bildu, encantado de conocerse, y Podemos, encantado de haberse conocido y conocerse, han aprobado unos presupuestos generales en Madrid. Eso está bien, sobre todo si pensamos que, transitando desde barrios periféricos con suelo de terrazo, han logrado llegar a la política de despachos enmaderados. Lo que no tengo seguro es si sabían que aprobar los presupuestos no es solo aceptar ideas que se les han ocurrido en sus barrios, es certificar el gasto para todo aquello que creían pertenecía en exclusiva al mismísimo centro urbano. Han aprobado el presupuesto de, entre otras cosas, tanques para el ejército, subvenciones para la CEOE, dinero suelto para los pintxos de tortilla del rey y gasolina para el avión de D. Sánchez. Lo mismo que una vez emparejado no te puedes olvidar de celebrar el cumpleaños del suegro, no se pueden aprobar unos presupuestos y hacer como que te desentiendes de algunas partidas. Y lo mismo que los garbanzos de casa, incluso aunque los escabulleras por rincones del plato o de la mesa, terminaban el domingo en unos canelones amalgamados con todos los sobrantes de comida de la semana, los presupuestos lo recogen también todo. Son los canelones de la política.