on la llegada del final de este complejo y difícil año 2020 comienzan dos cuentas atrás en el reloj de la soberanía británica: por un lado los ingleses, liderados por su primer ministro Boris Johnson, creen haber alcanzado tras el Brexit su plena "independencia" y aspiran a recuperar su papel de potencia mundial bajo la populista apelación al viejo imperio británico, todo ello mientras desojan la margarita entre optar por una ruptura abrupta y sin acuerdo con la UE (se agotan los plazos, quedan escasos veinticinco días) o forzar la máquina de la negociación en estas tres semanas que restan antes del final de año.

Y por otro, los escoceses, la nación escocesa, conscientes de que la salida británica de la Unión Europea ya es irreversible, analizan esta discontinuidad histórica derivada del Brexit y aspiran a preparar, tras las próximas elecciones de mayo de 2021, los trámites para consensuar la celebración de un nuevo referéndum acerca de su independencia.

En el marco de la conferencia anual del Partido Nacional Escocés la ministra principal del Parlamento de Escocia, Nicola Sturgeon, ha prometido a los ciudadanos escoceses que, ante el catártico cambio de circunstancias que supone el hecho de quedarse fuera de la UE una vez materializado el Brexit, propondrán la celebración de una nueva consulta relativa a la opción entre o bien continuar bajo soberanía británica o decidirse por constituirse como nuevo Estado y reclamar su adhesión a la Unión Europea.

En 2014 Escocia demostró a Europa y al mundo cómo era posible desdramatizar el debate sobre el estatus de pertenencia a un Estado cuando las cuestiones identitarias y las vinculadas al reconocimiento de una realidad nacional coexistente dentro de una entidad estatal están previamente encauzadas gracias a una cultura política presidida por una voluntad de concordia y pacto que beneficia a todos.

Se celebró el referéndum, legal y pactado, y la opción favorable a la independencia no logró su objetivo, un resultado en buena parte derivado de los temores ciudadanos a haberse quedado fuera de la Unión Europea al desgajarse de Reino unido y constituirse como Estado independiente.

¿Qué factor determinante y catártico ha sobrevenido ahora? El Brexit, que el pueblo escocés rechazó de forma abrumadora (el 62% se mostró a favor de continuar en la Unión Europea, frente al 38% favorable a la salida de la UE) y que una vez materializado ha reabierto un nuevo proceso de reflexión en el seno de la ciudadanía escocesa.

¿Habrá acuerdo, como el alcanzado el 15 de octubre de 2012 entre los gobiernos británico y escocés, para pactar tal referéndum, o persistirá Boris Johnson en su negativa? El respeto a las reglas del juego democrático por parte de todos los actores involucrados y su compromiso con los medios exclusivamente pacíficos y democráticos para plantear y gestionar sus demandas políticas es una condición básica en la gestión democrática de los conflictos en torno a la soberanía. Y existen, sin duda, razones de peso para consultar de nuevo a la ciudadanía escocesa; el precedente de 2014 juega a favor de una nueva consulta al haberse alterado de forma radical las circunstancias en las que la misma se celebró.

El interrogante de partida es claro y se concreta en determinar si un hipotético Estado escocés, en el momento de constituirse como tal y de solicitar su integración en la UE, quedaría dentro o fuera de la Unión y, en este último caso, qué vías existirían para tratar de reincorporarse a la UE. Ni el Derecho internacional ni el sistema jurídico de la Unión Europea prevén de manera expresa un supuesto como el planteado por el nacimiento de un nuevo Estado, surgido del propio seno territorial de otro Estado ya socio o miembro de la UE y que a su vez aspira a integrarse en la misma, generando una "ampliación interna". ¿Vetará algún Estado europeo su entrada como nuevo socio?

Estoy convencido de que, en nombre de la democracia, se dará la bienvenida a una nación como Escocia que, convertido en su caso como nuevo Estado tras un proceso democrático, deseará seguir formando parte del proyecto europeo.