ace años el Super 55 fue toda una revolución en nuestros campos. Rendía 55 caballos, ni 54 ni 56, porque los capicúas siempre tienen un no sé qué, y ya el de cincos ni te cuento, hasta pareados a pares. Con lo de las edades humanas pasa algo parecido. Mira tú que hay años que cumplir, pero el de los cincos es de los que se van a recordar toda la vida, sobre todo los que nacimos en 1965. ¡Vaya año este 2020! Lo arranqué con velas por duplicado y la alegría de sentirme activo y hasta jovial. Para qué engañarnos, tenía también la esperanza de acceder a un mundo de ofertas sin igual. Desde que cumplí los 30 y me quitaron la gaztetxartela he vivido en terreno de nadie, demasiado joven para ser mayor y demasiado mayor para ser joven. Las leyendas urbanas me hablaban de viajes, cursos, actividades y descuentos por doquier, pero mira tú que me ha vuelto a pasar. Es llegar yo y cambiar el panorama. Ahora resulta que lo del Imserso tendrá que esperar, lo de los descuentos no lo acabo de ver y los precios especiales en hoteles, pues mire usté, con la que está cayendo casi mejor ni tocar. Me quedaban los cursillos y actividades varias, pero vi el otro día el programa para este curso y me sentí de pronto muy mayor. No sé, que igual soy de esos cincuentaycincoañeros un poco especiales, pero vamos, que no me veo yo con la gente de mi quinta dando un paseíco por Salburua a ver patos, o aprendiendo cómo se usan las apps. Y que conste que agradezco el esfuerzo y la dedicación hacia nosotros los mayores, pero que vamos, para los recién llegados a la categoría me esperaba yo algo más activo, qué sé yo, proyección de conciertos históricos, elaboración de cerveza artesanal, parapente, excursiones nocturnas por las nuevas zonas de ocio, del blues al Kpop pasando por el hiphop… En fin, que no sé si sentirme ya más mayor o sólo más distinto.