s que si me concentro, lloro. Así me ha respondido una amiga cuando le he dicho que es hora de parar un poco, que la veo hiperactiva, sin parar de hacer cosas, haciendo planes, organizando encuentros, si no está haciendo el cambio de ropa de invierno por la de verano, está mirando en internet sillas para la terraza, entreteniéndose con lo que puede, sin tiempo para pensar. Y resulta que ese es el objetivo, porque tal y como me ha confesado, si se concentra, llora. Me han dado ganas de responderle que lo que tiene que hacer es concentrarse y llorar, porque ese estar escapándose de sí misma todo el tiempo no tiene buena meta. Y he pensado que mi amiga es como este mundo, que no para, que no quiere parar para no ver que está impulsando un modelo de desarrollo insostenible, que se está comiendo el planeta, que hace a la gente pobre más pobre, a la gente rica cada vez más rica, que deja la dirección del mundo en manos de grandes multinacionales, que nos conduce al consumismo sin límite como única opción de ocio, que mira a la cultura como un adorno del que se puede prescindir… Y que cuando alguien le dice que pare, que piense sobre qué modelo de sociedad quiere construir, responde que no, que no para porque si para llora. Y si al parar se da cuenta de que esto no funciona, a ver cómo va a reinventarse todo lo que se ha montado alrededor de él. Que cambiar el modelo es algo muy gordo. Tampoco mi amiga quiere verse desnuda ante todas las inercias que le llevan a hacer cosas que no le gustan, todas las palabras que ha dicho de las que se arrepiente, ante la imagen de lo que se ha convertido su vida, que en nada se parece a lo que un día, de joven, soñó. No lo quiere ver, y por eso gasta su tiempo buscando sillas para la terraza en internet. Aunque lo que realmente le gustaría llenar no es la terraza, sino su vida. No le he dicho nada, porque sé que me va a contestar que es inútil que, a estas alturas, cambiar su vida es algo muy gordo.