stoy hasta el moño de recibir cadenas conspiracionistas y/o negacionistas sobre el coronavirus. Me llegan por decenas, con contenidos variopintos y desde destinatarios que creía con dos dedos de frente. Me dicen que esto es una gripe más y que deberíamos habernos contagiado todos para superar antes la pandemia (eliminando así a un buen porcentaje de mayores de 75 años entre ellos, quizá, tu madre, tu abuelo); que es una maniobra orquestada por China para dominar la economía mundial (para eso no hace falta un virus); que es una estrategia para controlar todas nuestras comunicaciones (como si no lo estuvieran ya); por supuesto, que la futura vacuna será puro veneno (un clásico); e incluso me llegó la alerta de que lo que realmente persigue esta crisis es la supremacía del patriarcado (que quien lo ha escrito igual no se ha dado cuenta de que se implantó hace siglos). Una de las últimas perlas recibidas es un vídeo, locutado por uno de estos robots de contestador, que acusa a los padres de permitir que estén creando con nuestros hijos una generación de esclavos totalmente alienada dentro de 20 años. ¿No es maravilloso? Así que, además de ser unos ignorantes que secundan las medidas preventivas para nada, somos unos padres estúpidos que permiten que manipulen a sus hijos. Aprovechar una crisis para sembrar la duda y el caos es tan viejo como nuestra raza. Pero insultar a todos los que han perdido la vida hasta ahora, a toda la comunidad sanitaria y a quienes trabajan porque esto acabe más pronto que tarde, supera lo demencial. De todo lo que se me acusa en estos mensajes hay algo muy cierto: soy idiota. Y lo soy por creer que la gente tiene criterio para contrastar lo que le envían. Así que, como no me corto un pelo y siempre contesto con desmentidos, voy a terminar las fases del desconfinamiento con muchos enemigos. Lo veo venir.