Nadie se acuerda de quienes sufren de alguna enfermedad mental y ni de sus cuidadores o (al menos) así lo percibimos las familias de quienes como colectivo muy vulnerable que son,pasan estos días en sus casas, o encerrados en el Hospital de Santiago, o en el Hospital Psiquiátrico de Vitoria o en cualquiera de las Unidades de Psiquiatría de la CAV... Nadie se acuerda de ese no tan reducido número de pacientes que, además de ser presos de su enfermedad, sufren doblemente del aislamiento, del estado de alarma y de sus medidas,por miedo a una estigmatización y porque no se sabe cómo afrontar un confinamiento (que les añade un sufrimiento extra) al verse separados de sus familias y su entorno, con las comunicaciones limitadas al extremo, bien atendidos (sí) pero en un entorno que les resulta tenso y (en muchos casos) hostil y difícil de sobrellevar. Nadie se acuerda de estos enfermos ni de los sanitarios, que se desviven por atenderlos debidamente (a ellos y a sus familias), con profesionalidad e imaginación,que tratan de suplir con cariño los escasos recursos con los que cuentan. Nadie se acuerda, de las necesidades de los enfermos y de sus cuidadores, y menos en estas duras circunstancias para todos. Tengámoslos en cuenta.