Los liderazgos los define la gente... no los partidos” (Yolanda Díaz)

Vivimos tiempos de excesiva agitación en España. Coincidiendo con las inestabilidades provocadas en Europa por el “aventurero” Putin, que han devenido en masacres llenas de destrucción y de muertos, han tenido lugar otros acontecimientos que a cualquier humano, de buena voluntad, deben llenarle de tristeza. Sin embargo, en esta España de los mil demonios, todo acontece con cierta naturalidad, de modo que las diferentes partes o facciones que componen el Gobierno español, -que son, como mínimo, tres-, andan y se pronuncian a su libre albedrío haciendo alarde, al menos una de las partes, de una falta de responsabilidad, eso sí tan evidente que tras pregonar que una decisión del Presidente Sánchez es no sólo equivocada sino errática, no duda en admitir que aquí no ha pasado nada y, parafraseando a Julio Iglesias, “la vida sigue igual”. Mientras tanto el Presidente sigue a lo suyo, seguramente convencido de que UPodemos, que es una de las tres partes del Gobierno, no a abandonar el Consejo del Gobierno ni aunque les rocíen con agua hirviendo. ¿Es acaso esta actitud buena para la eficacia de ese Gobierno? Es evidente que no, porque provoca debates irresponsables y sume a los ciudadanos en reyertas dialécticas y dudas que cuando son administradas por formaciones políticas poco consolidadas, como UPodemos, desembocan en la provisionalidad, la falta de rigor y la ineficacia de los gobernantes.

He hablado en el párrafo anterior de las “tres” partes que completan el Gobierno y habrá quienes no acaban de entender esa referencia. ¿Tres partes? Y bien, los hechos delatan la situación: tres, el PSOE de Pedro Sánchez, UPodemos y Yolanda Díaz, cuya adscripción ha de ser dirigida a ella misma o a lo que aún queda por ahí de Izquierda Unida o, más atrás en el tiempo, del Partido Comunista. Tal es la composición del actual Gobierno que viene lidiando las dificilísimas situaciones que se le presentan con suficiente éxito y eficacia, a pesar de que se haya encontrado con otros líderes y grupos políticos caracterizados por su voracidad ante el Gobierno y un oportunismo malsano que les lleva a intentar sacar provecho de cualquier situación, y de todas las desgracias, aunque tales provengan de voluntad de algunas “divinidades” muy perversas o de la brutalidad de la Providencia. El actual Gobierno español lo forman, por tanto, un partido con vocación de gobernar y resolver los problemas que se presenten, un grupo de oportunistas con cierta vocación de supervivientes, que siempre van a apoyar al grupo principal porque en ello les va su permanencia en el poder, y una mujer “comunista” que ha demostrado durante el tiempo que lleva en la Vicepresidencia que está capacitada para gobernar, que es leal al papel que le ha sido adjudicado en el Gobierno, y que genera en el ciudadano mucha más confianza que dudas.

Resulta a todas luces perverso que en los últimos días, o semanas, Pablo Iglesias Turrión (que no Posse) haya intentado interferir en las buenas relaciones que mantienen la Vicepresidenta Yolanda Díaz con el Presidente del Gobierno Pedro Sánchez, dando a entender que la Vicepresidenta actúa mediatizada por el propio Pablo Iglesias. Con gran acierto el Presidente Sánchez ha afirmado recientemente que el Gobierno es, preferentemente, el formado por los miembros pertenecientes al PSOE y Yolanda Díaz, dejando en un espacio poco definido, e ignorando incluso, a los miembros de UPodemos. Resulta, como poco, lógico pues no en vano ya son demasiadas las ocasiones en que las decisiones y medidas adoptadas por el Presidente se han dado de bruces con las respuestas estridentes de los miembros gubernamentales de UPodemos, mucho más obsesionados por enseñar su patita que por ser útiles para que el Gobierno avance en la buena dirección. Pablo Iglesias (Turrión, que no Posse) se ha empeñado en reivindicar ahora el liderazgo de Yolanda Díaz sin detenerse a pensar que desde que él fuera sustituido, la Vicepresidenta Segunda ha adquirido, y consolidado, un valor que él dejó francamente devaluado tras el tiempo en que ocupó dicha Vicepresidencia.

Su osadía, -la de Pablo-, le ha llevado a afirmar que la Vicepresidenta Díaz se lo debe todo al núcleo de dirigentes de Podemos que él mandaba: “Si nuestro espacio cuenta con una figura con una proyección espectacular como Y.D. es porque hubo un núcleo de dirigentes de Podemos que dijeron “gobernar, gobernar, gobernar”, el resultado de eso es que existe Yolanda Díaz”. Da la impresión de que Iglesias habla dando la impresión de que ha sido él el artífice de la consolidación del Gobierno actual, pero él tomó las de Villadiego en el mismo momento en que se vio atosigado por la responsabilidad, precisamente una responsabilidad que él no era capaz de soportar y que le llevó a abandonar el mismo cargo que ahora ostenta, con mucha mayor entrega y responsabilidad, Yolanda Díaz.

La Vicepresidenta ya ha adelantado sus inquietudes. De momento sólo eso, pero dejando bien claro que está dispuesta a abanderar un proyecto “de izquierdas” amplio en el que no está demasiado claro que Pablo Iglesias tenga reservado un lugar preferente. Quizás por eso ha intentado desacreditar a la propia Yolanda, a la que sólo concede el valor que se deriva de pertenecer a la formación (Podemos) que él puso en funcionamiento. En un alarde de orgullo se ha permitido contradecir las palabras de Pedro Sánchez (“El próximo Gobierno va a ser de coalición sí o sí”) sólo porque el Presidente nombró a Yolanda Díaz y omitió el nombre de “Podemos”. A este gesto del Presidente le tildó de intento de “sembrar la cizaña”, pero si repasamos la Historia más reciente y contrastamos las últimas declaraciones de Pablo Iglesias (Turrión, que no Posse) tenemos que concluir que Yolanda Díaz no necesita el aval suyo para formar parte de un Gobierno liderado por el PSOE de Pedro Sánchez. La respuesta de la Vicepresidenta ha sido tan fácil de entender como sencilla y directa: “Los liderazgos los define, afortunadamente, la gente”.

De modo que su acción pasará, obligatoriamente, por el cedazo del Presidente Pedro Sánchez desde la Moncloa, y no por eso otro tamiz, caprichoso y poco resolutivo de Pablo Iglesias Turrión, que abandonó el barco cuando la posible tormenta no era ni siquiera una amenaza porque apenas había empezado la travesía. l