esde hace unos años se llevan a cabo en Álava diferentes acciones para potenciar la participación de las niñas en el deporte. Cada vez es más normal ver mujeres en modalidades deportivas que hasta hace poco parecían un coto exclusivo de hombres y el trabajo en visibilización y generación de referentes entre las niñas es una apuesta importante que está dando sus frutos.

Sin embargo, pese a todo el trabajo realizado, sigue habiendo un déficit de formación de entrenadoras y los datos apuntan a que, cuando las mujeres llegan a categorías juvenil y senior, abandonan por falta de proyección.

Vitori Mijares y Teresa Junquera son la cara opuesta a ese abandono del deporte por parte de las mujeres. Ambas no se conocen, han superado los 80 años y, sin embargo, siguen activas y tomando parte en competiciones de sus respectivas modalidades deportivas. Su llegada al deporte se produjo en edad avanzada, cuando ambas había criado a sus hijos y pusieron el foco en su propio bienestar y atendieron a sus deseos.

Una, Teresa, acaba de volver de vacaciones y ya piensa en volver a irse. Otra, Vitori, se marcha a Tarragona a pasar unos días. Actividad no les falta y amor por el tenis de mesa y el ajedrez, tampoco. Dos ejemplos que también hay que visibilizar.

Vitori Mijares - La pala inquieta

a vivido las penurias de la posguerra y recuerda cómo, junto con su madre, tenía que ir a pedir un trozo de pan por las casas para comer. Ahora, a sus 82 años, mira el pasado, ve las oportunidades que tiene ahora y las pone en valor constantemente. A Vitori Mijares el deporte le llegó de forma tardía, pero ahora que se ha decantado por el tenis de mesa, tiene claro que va a seguir cogiendo una pala mientras pueda, "que aunque no gane nunca, de aquí no me voy" y que "el amor propio es un arma poderosa que te obliga a seguir adelante".

Emigrante en Alemania allí hubo un vasco al que le echó el ojo y que acabó convirtiéndose en su marido. Cuando su suegra les compró un piso decidieron volver a Vitoria, ya con dos criaturas, y pronto llegarían cuatro más, aunque una no sobrevivió. Cuando estuvieron criados y "con un bombardeo de mensajes que repetían que había que hacer deporte" se acercó al recién estrenado Hegoalde y aprendió a nadar, fue a gimnasia, jugó al bádminton e, incluso, aprendió a andar en bici. Tenía 60 años.

Más tarde conocería el Gailak, donde quiso seguir con la pala en la mano cuando dejó su plaza centro cívico porque llevaba muchos años. Sigue entrenando, no se pierde ni un torneo social y se mide con quien haga falta. "Hay que estar activa, y aunque sepa que no me como un rosco aquí sigo".

Teresa Junquera - La reina lúcida

ació en Santander en plena Guerra Civil (1936) y allí conoció a su marido, Jesús de la Fuente, un apasionado del ajedrez que jugaba y coleccionaba numeroso libros que estudiaba en profundidad y que hoy todavía conserva Teresa aunque no les eche ni una mirada. "Yo soy más de aprender practicando, entrenando y viendo partidas de referentes", asegura. En los años 70 se instaló en Vitoria y vinieron los hijos y las hijas. 9 en total a los que dedicó su tiempo y cuidado. Dos de ellos, Anabel y Óscar, siguieron los pasos del padre y era Teresa la que les llevaba a los entrenamientos y competiciones.

En todo ese tiempo fue fijándose, aprendiendo y refrescando lo que había aprendido con 25 años cuando su noviazgo transcurría entre tableros de ajedrez. Con 40 años, con los niños ya criados, dio un paso al frente y fue ella la que se puso a jugar. En 1977 jugó su primera competición y ganó el campeonato femenino de Burgos, lo que le abrió las puertas para disputar el campeonato de España en Zamora. Desde entonces no ha parado.

Sigue aprendiendo con el Buztinzuri, su club de toda la vida, y compite. Ahora tiene en mente el campeonato de veteranos y el popular. Poco amiga de las partidas rápidas, amante del ajedrez pensado, no concibe su día a día sin él. "Me da vida y la cabeza está a raya, ¿cómo voy a abandonar". Nada más que añadir.