l alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores, Josep Borrell, dejó claro ante la Eurocámara que no van a cambiar los derechos humanos por el gas ruso. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, afirmó anteriormente que la UE está preparada para enfrentarse a un corte abrupto del gas ruso por la crisis en Ucrania. Las preocupaciones se centran en la interrupción del gas natural en un mercado ajustado y una geopolítica tensa. Los precios europeos del gas son más de cuatro veces más altos que hace un año y aumentaron un 30% el día de la invasión rusa de Ucrania , una situación que está ejerciendo presión sobre los hogares y las empresas, como los fabricantes de fertilizantes y los productores de metales, que utilizan mucha energía. La UE está tomando medidas por un cambio hacia la importación del gas natural licuado principalmente de EEUU.
Históricamente, los mayores volúmenes de gas natural (95% metano) que se vendían en Europa eran principalmente rusos -argelinos en España-, a través de gasoductos y mediante contratos a largo plazo que duraban varias décadas. En las tuberías, el gas se transporta. Sin embargo, para trasladarlo al otro lado del planeta sin gasoducto, es necesario hacerlo en forma de gas natural licuado (GNL). Para ello, se requiere una infraestructura colosal y, lógicamente, con un coste más alto: es necesario enfriar el gas a -161°C para licuarlo, y luego transportarlo en enormes barcos de GNL (metaneros), y luego regasificarlo a su llegada en una nueva terminal. De ahí el nombre de “gas natural licuado”.
Una revolución silenciosa ya estaba transformando el mercado del gas con mayor presencia del GNL en el comercio global. Varios factores explican este cambio: en primer lugar, el consumo mundial de gas ha continuado aumentando significativamente. En 2019 aumentó después de incremento también del 4,6% en 2018, tras un crecimiento ya significativo del 3% en 2017, según cifras de la Agencia Internacional de la Energía (AIE). El consumo de gas natural disminuyó el 1,4% en el mundo en 2020 por la pandemia de la covid-19, pero se elevó un 4,5% en China en el mismo año y otra vez a nivel mundial en 2021. Solo el GNL está creciendo un 5% anual, y se espera que este aumento continúe durante los próximos años.
En varios países, el gas natural se está haciendo cada vez más importante para obtención de la energía, y no solo en la calefacción, reemplazando otros combustibles fósiles. Ello se debe a que la combustión de gas natural emite aproximadamente la mitad de dióxido de carbono que el carbón y un 30% menos que el petróleo, así como muchos menos contaminantes. En China, el deseo de reducir los efectos negativos del carbón en el medio ambiente está llevando a Pekín a importar volúmenes cada vez más grandes de GNL. En Japón, el cese de la producción de energía nuclear después del desastre de Fukushima también ha llevado a importaciones masivas. En EEUU, los enormes descubrimientos del gas natural no convencional de lutita o esquisto/pizarra (por fracturación hidráulica, método criticado por los defensores de medio ambiente por la contaminación del aire y el agua debido a los productos químicos tóxicos utilizados y los escapes del metano de gran efecto invernadero) han reducido drásticamente los precios y generalizado el uso del gas en la industria y la producción de electricidad, hasta el punto de competir fuertemente con el carbón.
Estos nuevos mercados han desbordado los límites habituales del gas, hasta el punto de convertirlo en un importante reto geopolítico. Los europeos saben que, al activar sus medidas sancionadoras contra Rusia por la invasión de Ucrania, Moscú podría decidir, en represalia, usar el arma del gas -algo descartado actualmente-, excepto en caso de eliminar a los bancos rusos que permiten comprar el gas de la red interbancaria Swift ya que Rusia no va a vender su gas gratuitamente. El 46,8% de las importaciones de la UE procedían de Rusia en el primer semestre de 2021; el 20,5% de Noruega, el 11,6% de Argelia, 6,3% de EEUU y el 4,6% de Qatar. En Letonia (100%), Finlandia (97,6), Hungría (95%), Austria, Rumanía, Bulgaria, Chequia, Eslovenia, Eslovaquia, Estonia, casi el 80% procede de Rusia; es más del 50% en Alemania, Suecia y Polonia; de algo más del 20% en Francia e Italia y del 0% en España. Nuestro país no depende del gas natural ruso, a diferencia de gran parte de Europa, pero se podría ver lastrado, un aumento de la inflación.
Ante este panorama, EEUU principal exportador de GNL en 2022, por delante de Qatar y Australia gracias a la apertura de nuevas terminales en Texas y Louisiana, viene a suplir las carencias de los europeos, con exportaciones cuadruplicadas en un año (5 millones de toneladas en enero).
Para no depender del gas ruso en caso de conflicto, Europa necesita todavía estar equipada con la infraestructura necesaria. Alemania no tiene una terminal de GNL y de repente se da cuenta de su dependencia. “El gas licuado es una solución alternativa a la importación de gas ruso”, dijo el portavoz del canciller Scholz, recordando que se estaban elaborando “varios proyectos” de terminales en el norte del país. Uno de los países europeos que quiso liberarse muy rápidamente del gas ruso es Polonia. Ya en 2006, comenzó a construir una terminal de GNL en el Mar Báltico, que comenzó a operar en 2016. Polonia luego firmó acuerdos de suministro a largo plazo con compañías estadounidenses como Cheniere Energy y Sempra Energy. España cuenta con la mayor capacidad de regasificación de gas licuado de todos los países europeos con 6 plantas, una en Bilbao -Reino Unido, Francia y Turquía cuentan con 4 e Italia con 3- Además tiene conexiones del gasoducto de Navarra con Francia por Irún y otro en los planes de la OTAN entre España y Alemania para aliviar la dependencia del centro de Europa del gas ruso.
En el ámbito de la UE, se está abogando por la seguridad del gas natural, en una primera fase de la transición energética, por sus bajas emisiones en comparación con el petróleo y el carbón, tal como hemos señalado anteriormente, y en asegurar su suministro en caso de conflicto en Ucrania, como lo demuestra una declaración de Joe Biden y Ursula Von der Leyen, emitida a fines de enero: “EEUU y la UE están trabajando juntos en el suministro de gas natural (GNL) a la UE para evitar problemas de suministro, incluidos los que podrían resultar de una nueva invasión rusa de Ucrania”.
La Comisión ha intensificado sus contactos para diversificar sus suministros. EEUU ha aumentado significativamente sus entregas de gas natural licuado (GNL), como hemos señalado. También se ha solicitado GNL a Qatar, Egipto, Azerbaiyán y Nigeria. Los clientes tradicionales de estos países acordaron pasar su turno, y en enero unos 120 barcos transportaron 10 mil millones de metros cúbicos de GNL a los puertos europeos. Estos suministros no podrán suplir una supresión total del gas ruso, que parece poco creíble. Los Veintisiete se prepararon para lo peor: cada uno elaboró un plan de emergencia que determinaba qué instalaciones industriales dejarían de funcionar, para que los hogares estuvieran protegidos.
Alemania anunció el 22 de febrero que suspende la autorización del gasoducto Nord Stream 2, un día después del reconocimiento por Rusia de las dos repúblicas separatistas de Donbás en Ucrania y la entrada de las fuerzas armadas rusas en ellas. La inauguración de este gasoducto estaba prevista en la segunda mitad del año, y se suponía que suministraría a Alemania la mitad de su gas a través del Báltico sin pasar por Ucrania. La situación actual, con amenazas rusas de disminuir/cortar el suministro y por otra parte la demanda de algunos de boicot al gas ruso pero con muchos en contra, aconseja aumentar los esfuerzos para asegurar el suministro del gas natural en Europa, especialmente de GNL de los países citados arriba, aparte de intensificar la producción de energías renovables en una estrategia de sostenibilidad energética. Lo ideal es que el gas ruso sea un puente de buena convivencia e intercambio económico entre la UE y Rusia sobre la base del derecho internacional y el respeto a los derechos humanos. En todo caso, el camino es inventar una “Unión de la energía” para la UE ante los retos energéticos y problemas políticos. * Doctor en ciencias químicas. Director de Sustainable Development overseas-programme