ortada del New York Times del 8/12: Biden amenaza a Putin; una invasión de Ucrania pude terminar con las esperanzas rusas de completar el gaseoducto North Stream II a Europa. En páginas interiores, Victoria Nusland, funcionaria del departamento de Estado, confirma en una audiencia en el Senado norteamericano que North Stream está sobre la mesa.

Al parecer, ni Biden ni el NYT saben que el gaseoducto North Stream II está terminado y listo para suministrar gas. Lo que al parecer sí saben es que la UE está dispuesta a que sea el Gobierno norteamericano el que decida si hay que utilizarlo o no (con previas consultas, claro). Y para corroborarlo, cuatro días después, el domingo 12 la nueva ministra alemana de asuntos exteriores apareció para confirmar que había un acuerdo de principio entre el Gobierno alemán y el de Estados Unidos para utilizar el gaseoducto como arma de presión política.

No deja de ser curioso que cuando la UE decidió suspender la construcción del South Stream, el gaseoducto que debía suministrar gas directamente desde Rusia al sur de Europa, se dijo que bueno, no había que preocuparse, que el North Stream de Rusia a Alemania iba a servir para abastecer de gas a todos los europeos.

Ahora el presidente Putin ha mostrado su voluntad de evitar el despliegue del ejército ucraniano o de las “fuerzas de paz” internacionales en las regiones orientales del país bajo control de la población étnicamente afín a Rusia, enviando sus propias fuerzas militares si se diera el caso, en una toma de posición política que ha derivado en la amenaza estadounidense-germana de no abrir la espita de la nueva fase del gaseoductos del norte. Porque las tuberías de la primera fase están bombeando a todo gas hacia Alemania sin mayores contratiempos ni técnicos ni políticos; por lo visto, es el gas que tendría que llegar para los otros socios comunitarios, el que se encuentra sometido a chantaje político-económico.

Así pues, a las primeras de cambio, son los alemanes los que dicen que no, que vamos a ver, que el gaseoducto es suyo y de los rusos, y que ellos (con el asesoramiento de los estadounidenses, claro) son lo que tienen que decidir qué hacer con el asunto. Y los demás, a escuchar y asentir, La Comisión dice que bueno, Y Borrell, de perfil.

Basta recordar la primera declaración de la nueva ministra alemana de asuntos exteriores, la verde más que verde Annalena Baerbock, para dar ánimos a Marruecos con la anexión del Sahara “con su plan de autonomía presentado en 2007 (sí, ese plan rechazado por los saharauis, por España, y por las Naciones Unidas en repetidas ocasiones), Marruecos aporta una importante contribución a un acuerdo de paz” para entender por qué tiene Estados Unidos la seguridad de poder diseñar la geopolítica de Europa sin mayores contratiempos ni resistencias del lado comunitario.

Así, la administración estadounidense no tiene que preocuparse por utilizar como factor de chantaje o presión un elemento que compete estrictamente a las relaciones comerciales de la UE con Rusia.

La falta de claridad de cuáles son los intereses propios de la UE en este asunto (no los de Alemania, que no tienen porqué coincidir) es un claro síntoma de penoso papel geopolítico que puede desarrollar a UE cuando pretende actuar como actor político, pues la UE carece de un marco propio de análisis geoeconómico que le permita delimitar cuáles son sus intereses de corto, medio o largo plazo.

La situación objetiva para la UE es la siguiente. Actualmente, tiene un nivel de consumo de cerca de 400 mil millones de metros cúbicos, de los cuales produce menos de la sexta parte. En los próximos años, si se acelera la reducción del uso de carbón de los más de 600 millones de toneladas actuales a digamos la mitad, tendrá que sustituir a corto plazo su contribución energética con gas, pues hace falta una fuente de energía flexible que permita sustituir las caídas más o menos cíclicas de la producción de las renovables por falta de viento o sol, lo que significa aumentar el consumo en 100 mil millones de metros cúbicos de gas, una cuarta parte del consumo actual.

Pues bien, el único país con un volumen de producción superior a su consumo, y por tanto capaz de abastecer la enorme demanda de gas de la UE es (adivinen): Rusia, capaz de bombear más de 600 mil millones de metros cúbicos fuera de sus fronteras al año. Por aquello de la diversificación del suministro, también podemos acudir a Irán (200 mil millones), Qatar (165 MM), Arabia Saudí (100 MM) o Noruega (100 MM). El resto, desde Argelia a Emiratos Árabes Unidos (60 MM cada uno) solo pueden suministrar una fracción del consumo comunitario, Y la promesa de convertir en gas licuado todos los excedentes de Estados Unidos (80 MM) y de Canadá (50 MM) para enviarlo en barcos a Europa y abastecer nuestras necesidades de gas es una broma ridícula que solo se le podía ocurrir al simpático Obama en un rapto de ingeniosidad mal controlada.

Aparte de sus importantes usos no energéticos (en la fabricación de fertilizantes, por ejemplo), es un hecho que solo con el gas ruso se puede llevar a cabo la transición energética planeada en la UE. Eso lo saben todos los actores implicados en el asunto, pero parece que a unos les cuesta más admitirlo que a otros. Alguno está esperando cierto reconocimiento comunitario de las implicaciones de este hecho y algotro puede quizá estar evitando que este hecho se traduzca en consecuencias políticas.

Claro que hay una alternativa: olvidarnos de la estrategia contra el cambio climático, reabrir las minas de carbón para garantizar una mayor tasa de autoconsumo y aumentar el ritmo de uso de energías renovables no contaminantes (eólica, solar...). O muy contaminantes pero que se nota poco (nuclear). O las que requieren reordenar el curso y cauce de ríos y caídas de aguas (de la que tenemos bastante experiencia por estos pagos)... Así sí se puede seguir tratando a Rusia como un imperio roto que quiere seguir metiendo las narices en los territorios que antes no, pero ahora sí, estás más allá de sus fronteras (algo así como Francia en África occidental, digamos).

Es un escándalo que varios países de la UE estén jugando con el presente y el futuro de la transición energética en función de los intereses geoestratégicos de los vecinos del otro lado del Atlántico. Claro que puede ser peor, y de lo que se trata en realidad es de la incapacidad de los herederos políticos de Alfred von Tirpitz, de Leopoldo II o de Jules Ferry para entender que por mucho que en materia comercial Rusia sea principalmente un país suministrador de materias primas, no se le puede tratar como a Egipto, el Congo o Indochina hace 150 años, y por tanto de la renuencia a aceptar que solo un proyecto europeo que integre a Rusia es un proyecto viable. O al menos, un proyecto autónomo, que no esté política y económicamente subordinado a otras potencias extracomunitarias.

Deseemos para año nuevo que nuestros medios de comunicación social dediquen mayor espacio a informar y reflexionar sobre cuestiones como estas y abandonen la inicua prioridad otorgada a las clases de español de un niño de Cataluña, augurar el futuro sentido del voto de tal o cual grupo parlamentario en tal o cual ley, al último Twitter antipapista de la reacción española o a las peripecias del rey bandido. Hundidos en tal cenagal, no nos enteramos de nada. * Doctor en Economía y Profesor de Economía Política en EHU-UPV