n la tarde del domingo electoral, tenía la impresión de que todo había transcurrido con apatía y sin sorpresas: jornada tranquila, con mucha abstención (casi 60% nacional y hasta 75 en lugares de mayoría opositora) y en plena dictadura con presos políticos y exiliados, con tarjetas robadas a sus partidos, líderes inhabilitados y con los medios de comunicación controlados y abusados por el régimen. Nada nuevo, era mi primera lectura: ni en Antímano-Montalbán, ni en La Vega, ni en La Castellana vi gente votando, fuera de los que llegaban goteaditos... Pero me engañé. Una segunda mirada revela hechos asombrosos.

- Al comienzo no podía creer que el régimen con control y traslado de gente obligada no había logrado 4 millones de votos (3,7 millones = 45% del total) y pensé que eran datos falsos. Pero resulta que es cierto y de gran importancia, el régimen no pudo contra el disgusto de su gente, ni con amenazas de hambre, ni con las dos primarias que hizo para aceitar la maquinaria y controlar. Esa es la principal novedad y dato clave para salir del régimen agotado y repudiado: minoría dictatorial frente a la suma de 4,4 millones de votantes =54% de la oposición. Estas votaciones son una especie de entrenamiento para el próximo juego decisivo para el cambio del país: la elección libre y justa del presidente y Parlamento. Las encuestas dicen que más del 80% quiere cambio, pero los voceros de la rutina fatalista predicaban que la gente no se iba a atrever a decirlo en las urnas, o que era inútil pues el CNE los manipularía al gusto de la dictadura, o que votar era venderse al régimen. Pero ahora se nos presenta un cuadro asombroso: La dictadura ganó más alcaldías y gobernaciones, pero con menos de 4 millones, escaso 20% de un total de 21 millones. El resto es deseo de cambio, 17 millones sumando los que se abstuvieron y los que votaron. Ahí está el grito silenciado de la inmensa mayoría de Venezuela. El informe de los observadores de la UE dejó claro: no se cumplieron las indispensables condiciones democráticas, a pesar de algunas mejoras.

- Donde hubo unión de demócratas de diversas tendencias, como en el Zulia, la derrota de la dictadura fue contundente. En otras la abstención y la falta de unión produjo la pérdida de la gobernación: como en Mérida que sumando los votos opositores se ganaba la gobernación y todas las alcaldías. Este hecho que defraudó a casi todo el país, deja en muy mal lugar a la dirigencia opositora y eleva la indignación nacional contra ellos y contra el régimen. Otro hecho para mí asombroso es la hazaña de los demócratas en estados como Apure, Barinas, Táchira, Cojedes... donde han dado la cara y se han defendido con las uñas, pues encarnan la rebelde desesperación por salir. Seguramente en esos estados y en otros hay poco agradecimiento al liderazgo abstencionista que impidió un triunfo amplio.

- Este entrenamiento, antes del juego más definitivo, sirve para ver las graves fallas de nuestro equipo y las grandes debilidades del adversario causante de tanta desgracia, hoy fracasado, y sin recursos. Sabemos que en alcaldías y gobernaciones ganadas no se puede hacer mucho mientras estén dentro de la cárcel del régimen cercados por un modelo destructor. Por eso hablo de entrenamiento y de correcciones necesarias para los dos próximos juegos: el posible referéndum revocatorio del presidente dentro de unos meses y las elecciones presidenciales y parlamentarias libres y justas. El objetivo es entrar de lleno, y lo antes posible, en la exigente reconstrucción nacional con el decidido apoyo internacional solidario de decenas de democracias con poder... La dirigencia política estuvo indecisa, confusa y divisionista y hay que sincerar unidades que no son. Es la hora de la humildad, del reconocimiento de errores propios, de la amplitud y renacer abiertos a otros, y a las negociaciones y acuerdos de salvación nacional. Abrir las puertas a la sociedad civil renovadora de la política para construir un frente amplio para el cambio sin la hipocresía de llamar “unidad” a un pequeño grupo que últimamente está atacándose a cuchillo.

- Venezuela no tiene presidente legítimamente elegido. Juan Guaidó, que fue puesto al frente de la transición “mientras se elige y toma posesión el nuevo Presidente” (art.233 de la Constitución) despertó el increíble reconocimiento de 60 países; pero todavía no ha logrado el objetivo y recibe no pocas críticas que deberá tomar en serio. Guaidó libre de disciplina partidista debe permanecer y convocar a grandes consensos. No saldremos de la dictadura y su miseria sin acuerdo de salvación nacional, que incluye a la Fuerza Militar (sin ella no es posible) y su misión democrática. Acuerdo también con quienes todavía tienen el monopolio de la fuerza dictatorial, pero reconocen su fracaso. Las transiciones se acuerdan entre gente del gobierno de facto con poder y de la oposición democrática (Chile, España, Polonia, Checoslovaquia...) Por eso hay que activar la negociación de México, facilitada y asistida de lado y lado por países de peso mundial, para lograr la salida de la cárcel a la democracia y la reconstrucción. El excelente documento de los obispos antes de las votaciones dice algo que nos debe llevar al renacer económico, social y político: “La simple abstención, sin toma de conciencia y voluntad transformadora no conduce a generar los cambios necesarios y mucho menos lo logrará un voto ciego que no tome en cuenta el análisis de cada realidad vivida enmarcada en la dramática situación estructural e institucional de la nación”. * Exrector de la Universidad Católica de Caracas