e permito humildemente, como docente y profesor que he sido durante largos años en diferentes instancias, niveles y responsabilidades varias siempre ligadas tanto al aula y al alumnado como a los centros educativos, en su planificación y organización, una serie de reflexiones sobre, digamos, la enseñanza, la educación, el sistema educativo, y lo reflejo y resumo en un concepto llamado lo educativo. Y mi reflexión, esta vez, tiene un ámbito geográfico concreto, llamémosle la CAV. Hablo de expectativas reales y desiderátums posibles. Creí en lo que hacía, puse esfuerzo, ganas, voluntad e ilusión.

Pues bien, y como primera idea quisiera manifestar que el camino recorrido por lo educativo en Euskadi es digno de elogio y logro compartido. Sí. Sin autocomplacencias ni arrogancias de ningún pelaje, pero sí me atrevo a afirmar con cierta contundencia que en muy pocas décadas se ha logrado, hemos logrado, partiendo casi de cero, un sistema educativo vasco bilingüe con un más que aceptable soporte de ilusión, objetivos, programas, conocimiento, recursos humanos, materiales y partidas económicas. Aun así, reconozco sinceramente que, obviamente, falta mucho por hacer, falta mucho por mejorar, adaptar y reflexionar. Lo educativo empieza pero no acaba, es un proceso dinámico que no permite estancarse, que intrínsecamente llama y necesita de cambio y mejora y superación. En este sentido, es evidente que, como en cualquier otro espacio y ámbito, lo educativo en Euskadi, y después de haber recorrido varias etapas, tiene que acometer, digamos, una muy fuerte reinnovación en muchos y variados aspectos. Aspectos y espacios que encontrarán reflejo y concreción en un proyecto educativo común a todo el conjunto del sistema educativo vasco actual. Que colocarán al alumno/a en el centro de este quehacer apasionante, que ubicarán el conocimiento acumulado y los medios humanos, materiales y funcionales necesarios al servicio de un proyecto ampliamente compartido y acordado por el conjunto de los agentes educativos.

Hablo de una renovación y modernización adaptadas siempre a los nuevos retos del futuro (y si fuera posible, adelantándose a la exigencia de dichos retos). Y ello porque Euskadi, la sociedad vasca, precisa que el sistema educativo vasco se convierta realmente en motor activo y eficaz de innovación para afrontar con garantías los nuevos paradigmas de la educación del siglo XXI. Hablo de un sistema educativo vasco que avance hacia el inexorable futuro del plurilingüismo desde un bilingüismo realmente efectivo y con el euskera como recia columna vertebral. Un sistema educativo vasco de calidad, que sea capaz de innovar y de construir un futuro con imaginación, de implementar un país emprendedor en su diversidad, un país justo, solidario y humano, una sociedad inclusiva con personas respetuosas que hayan adquirido madurez individual, social y profesional, integradas y colaboradoras con su entorno.

Un sistema educativo vasco entroncado, lógica y legítimamente, en el marco competencial estatutario del autogobierno de Euskadi, que esté al servicio de la ciudadanía, que tenga al alumnado, lo repito, sí, en el centro del sistema y que les proporcione, a todos y todas, oportunidades de desarrollo integral personal y vital en donde el aprendizaje esté basado en las competencias. Y en este sentido, y en esta reflexión, indudablemente juega un papel fundamental un currículo para todos los niveles en sus aspectos formales y no formales, un currículo vasco que integre, por un lado, como componentes troncales y claves el euskera y la cultura vasca cual elementos propios vertebradores de los siete territorios vascos que conforman Euskal Herria, y por otro lado, la estrategia de las competencias educativas así como la transmisión y promoción de una cultura científica y tecnológica de base.

Hablo de un sistema educativo vasco garante, lo repito también, de la equidad y que requiere de un Pacto (con mayúsculas) muy amplio y trabajado, un Acuerdo (con mayúsculas también) buscado con ahínco, un Consenso básico (obviamente, también con mayúsculas ) cimentado en la voluntad que nos une, marco común, compartido, colectivo, incluyente, flexible, estable y duradero, basado en el diagnóstico concertado con los propios agentes educativos, sociales y políticos en torno a las bases de una futura Ley Vasca de Educación que dé coherencia y estabilidad a todo el entramado educativo vasco. Una Ley Vasca de Educación apoyada, pergeñada, dibujada y cimentada por una muy grande, inmensa desearía yo, mayoría del arco parlamentario. Y sustentada en un modelo educativo pedagógico que partiendo de las competencias básicas y objetivos que ha de lograr el alumnado hace un planteamiento coherente de los restantes componentes del currículo como son los contenidos, la metodología y la evaluación. Un modelo que define con claridad el perfil de salida del alumnado, es decir, los objetivos que se espera logre el alumnado al finalizar la educación básica en lo que se refiere al desarrollo de las competencias básicas, las transversales y las disciplinares. Un modelo, pues, basado en competencias, en la adquisición de saberes sobre contenidos declarativos, procedimentales y actitudinales, en el uso de dichos saberes para la solución de situaciones funcionales complejas.

Contamos, lo reitero, con un sistema educativo donde los y las docentes, mujeres y hombres, siempre han jugado, siempre, un papel decisivo, básico, radicalmente clave y fundamental, y a veces lamentablemente no valorado en sus muy justos términos. Contamos con un sistema educativo fruto del impulso del conjunto de las instituciones vascas y de los agentes educativos, asentado en la colaboración entre la red pública y la concertada que ha conseguido importantes avances desde el punto de vista de la igualdad de oportunidades pero que debe incidir con energía renovada y vigor insistente en ese objetivo fundamental como eficaz palanca de cambio hacia una sociedad vasca mejor, más justa, solidaria, inclusiva y cohesionada.

He sido profesor durante muchos años, en muchos institutos y localidades de la geografía vasca, y creo en la educación. Sí, creo firmemente en la educación, creo en una educación en valores como base de la convivencia, de la paz, la conciliación, solidaridad, respeto, diversidad, igualdad de oportunidades, equidad, tolerancia, esfuerzo y voluntad mantenida, resiliencia, corresponsabilidad, bienestar ciudadano y la reflexión crítica.

Creo en un sistema educativo donde los centros educativos, todos y cada uno de ellos, gocen de una autonomía funcional y operativa eficaz e inteligente en muchos aspectos, adaptada siempre al entorno donde se encuentran. Creo en la educación como instrumento necesario (pero no suficiente) útil y operativo encaminado a proporcionar al futuro adulto los medios necesarios de vivencia, expresión, comunicación, adaptación, reflexión crítica (lo repito) y concepción transversal y global que le serán necesarios aplicar integralmente a lo largo de su vida. Perseveremos, pues, en lo bueno que tenemos y, con humildad y espíritu de superación, mejoremos lo mejorable. Con reflexión y responsabilidad compartida.

Creo, lo repito también, firmemente en el acuerdo y en el consenso entre quienes pensamos diferente, he ahí la riqueza intrínseca del Pacto educativo en Euskadi. Soy optimista. Lo conseguiremos entre todos y todas. Superaremos las dificultades, vencerá lo que nos une. Se lo debemos a la sociedad vasca, presente y futura.

Y termino con una última íntima y muy sentida reflexión, y deseo: no me olvido, por supuesto que no me olvido (por ser ciertamente imposible), de mis hermanos y hermanas, compañeros y compañeras, amigos y amigas del resto de Euskal Herria: Iparralde y Nafarroa. Sea.