i hace unos años a Yolanda Vicente alguien le hubiese dicho que la tierra, las semillas y los productos agrícolas iban a formar parte de su día a día, ella hubiese pensado que hablaban de otra persona. Hoy, no solo es cierta esa suposición, sino que canaliza su creatividad en lograr productos de horticultura más diversos, injertos novedosos y producciones a las que logra sacarle un buen rendimiento. Las legumbres, los calabacines, los tomates negros, los pimientos y muchas otras frutas y hortalizas acaparan su dedicación. Es septiembre, toca cosechar sus legumbres y después de dos meses de poco sol y menos agua, un aguacero cae sobre ella y le obliga a replantear la actividad que había planificado para el día. Quién le iba a decir a esta urbanita, como ella misma se define cuando mira al pasado, que el tiempo y la previsiones meteorológicas tendrían tanta importancia en su vida y condicionarían los frutos de sus invernaderos y de las seis hectáreas de legumbre que cultiva... Garbanzo, lenteja, alubia blanca y pinta alavesa, algo de alubia negra y blanca mantecosa que distribuye como pocha, y mucha hortaliza nacen de las tierra que trabaja con dedicación.

Había tomado contacto con la agricultura en Pobes en 2010, pero no fue hasta abril de 2014 cuando, viendo como la explotación que ahora le pertenece iba a quedarse sin trabajar, dio el paso adelante, tomó las riendas en solitario y comenzó a imprimirle su sello. “Tengo el mismo tipo de cultivo, uso malla antihierbas porque no uso herbicidas, tengo menos invernaderos y me he especializado. Antes tenía mucha cantidad y ahora prima la variedad”, compara. “Este año, por ejemplo, he injertado berenjena en tomate y hago pruebas con flor de ajo”, señala mientras cuenta que uno de sus productos más exitosos es el tomate índigo, “un tomate negro que tiene muchísimas propiedades”.

También la flota de maquinaria con la que se ayuda ha ido cambiando. “Tenía un tractor más pequeño y ahora tengo uno más grande, el trillo viejo ha dado paso a uno mejor, y paso muchas horas delante de la limpiadora de legumbre antes de envasarla para venderla”, apunta mientras resume que todas estas implementaciones van encaminadas a “controlar todo el proceso”. “La legumbre es muy estacional, aquí hay costumbre de comerla de septiembre a abril, y cuanto antes comiences a distribuirla, antes acabas con la producción, que es de lo que se trata, de producir lo que vas a vender”, manifiesta.

Para dar salida a sus productos, Yolanda Vicente acude cada jueves al mercado de productores/as de Vitoria-Gasteiz. Antes también iba los sábados y distribuía a hostelería y grupos de consumo, pero hasta en eso ha implementado su ideario de vida. “Trabajo para vivir, produzco lo que vendo y busco mi lugar. Bastante esclava es la hortaliza como para no ajustar su producción a lo que puedes abarcar”, resume mientras repasa un planing de trabajo que va encaminado a que el jueves a la mañana su furgoneta esté llena de los productos de temporada que su clientela espera encontrar en su puesto, recogidos de la tierra el día anterior, con un tamaño y calidad óptimo.

Ese día el despertador suena temprano, alrededor de las 4.30. Desayuna tranquilamente, acaba de cargar y a las 6 de la mañana ya está montando su puesto porque a las 7 empieza a atenderlo. Por allí pasa clientela que ya es habitual, con la que entabla conversación y de la que conoce en algunos casos su vida. También aprovecha para relacionarse con compañeros de gremio, compañeras lamentablemente hay muchas menos. Cada uno ofrece sus productos y tiene su público y ella está muy agradecida al suyo “ por la confianza. Nunca me han faltado clientes/as y les gusta probar cosas nuevas”, sentencia.

Cuando el reloj marca las 13.00 recoge su puesto y se va, “independientemente de si lo he vendido todo o no”. Dar de comer a gallinas los excedentes, revisar riegos, sembrar, arar, quitar hierbas, envasar o la labor que corresponda por la época del año ocuparán sus horas antes de regresar a casa. Sabe que podría estar currando 24/7 porque tarea nunca le falta, pero intenta ponerse un horario, madrugar y tener por las tardes algunas horas para ella que muchas veces ocupa “en investigar variantes, estudiar los ciclos de los cultivos, el compostaje más adecuado...”. Hoy le dedica tiempo a su moto y se va a recibir formación de tatuadora porque ella no se cierra puertas y abona muchos campos de los que quién sabe que frutos obtendrá.

Los jueves llega al mercado a las 6.00 y comienza a vender a las 7.00. A las 13.00 recoge, aunque no haya vendido todo