emanas de reportes de incendios forestales en distintas partes del mundo este verano dan cuenta de una destrucción significativa de bosques y contaminación del aire en vastas regiones. Desde monstruosos e impredecibles incendios en Estados Unidos hasta las incontenibles llamas que azotan a países del Mediterráneo, esta temporada estamos viendo al mundo arder como nunca.

Autoridades, damnificados, científicos y organismos internacionales apuntan como principal detonante al cambio climático causado por la actividad humana. El devastador informe que presentó el Panel Intergubernamental de científicos de Naciones Unidas (IPCC) hace unos días parece darles la razón.

En el caso de Europa, el paisaje de cifras provisionales que deja tras de sí el fuego este verano en el Mediterráneo es difícil de asimilar. En Grecia han sido 116.000 hectáreas las arrasadas desde finales de julio, dos muertos y cientos de casas destruidas en diversas zonas, y en la propia capital, Atenas. Poblaciones enteras han perdido todos sus medios de vida. El país logró el pasado 13 de agosto dar por controlada la situación, gracias a la tregua facilitada por la lluvia y una bajada de temperaturas. Al mismo tiempo, en Turquía han muerto ocho personas atrapadas por el fuego. En Italia, donde se han registrado 48,8 grados, perdieron la vida cinco personas en incendios. En buena parte de la Península Ibérica, la situación ante la última ola de calor ha sido de riesgo extremo, y se han registrado varios incendios, como el que ha asolado a Navalacruz (Ávila) y municipios cercanos, con 22.000 hectáreas calcinadas y que se ha convertido en el cuarto más importante de la historia en el Estado español.

No es el caso de Euskadi, donde este verano apenas ha habido incendios forestales de cierta incidencia, y es que la época de mayor riesgo es en otoño e invierno. En estas estaciones, debido al frío, buena parte de la vegetación herbácea que se encuentra en los montes de Gipuzkoa, Bizkaia y la parte norte de Araba se seca y también los matorrales tienen menos humedad interna al disminuir el movimiento de la savia. Si a esta situación se le une períodos prolongados de viento sur sin lluvias, situaciones habituales en el invierno, el peligro de incendio se incrementa considerablemente.

Por el contrario, durante el verano, al no ser las temperaturas extremas, la vegetación mantiene la actividad por lo que la humedad interna de las plantas es alta y el peligro de combustión es bajo. Además, en la cornisa cantábrica son frecuentes las lluvias también en verano. Mientras, el bosque alavés recibe influencias cantábricas y mediterráneas, por lo que el riesgo de incendio es habitual casi siempre. Desde el invierno con los días de viento sur y cálido en la vertiente cantábrica, hasta el verano con altas temperaturas.

Los incendios que están asolando el sur de Europa desde julio, son producidos tanto por causas naturales, como la caída de rayos, pero también pueden ser causados intencionadamente. Las estadísticas señalan que el 80% de los incendios son provocados por el ser humano, unos por negligencia o imprudencia, otros intencionados, obra de pirómanos. Sin embargo, el calor extremo ha incrementado su intensidad y es, en realidad, el culpable de la destrucción que se ha extendido por las regiones afectadas por el fuego. Esta es la razón por la que en Europa se ha quemado al menos un 55% más de terreno hasta el pasado 10 de agosto que la media de los 12 años anteriores. Este hecho se ve agravado por una gestión forestal obsoleta. En casi toda la región mediterránea europea, el manejo de los incendios se limita a la supresión del fuego, y no se basa en la adaptación al cambio climático global, informa el estudio Comprendiendo los cambios en los incendios en el sur de Europa, de 2021.

El pasado mes de julio fue el segundo mes más caluroso jamás registrado en Europa (y el tercero más caluroso a nivel global). El sur del continente ha sido un foco de calor extremo, con temperaturas que han alcanzado en muchos lugares más de 48 grados centígrados.

¿Qué tiene que ver el cambio climático con los incendios? El calentamiento global aumenta la frecuencia y la severidad de las condiciones climáticas que propician incendios en todo el planeta, como se observó durante los incendios forestales sin precedentes en Australia y California en años recientes. Inevitablemente, el cambio climático también incrementó el riesgo de incendios en los bosques de toda Europa, incluyendo las regiones centrales y del norte europeo, que no son propensas a ellos por lo general.

¿Qué repercusiones tienen los incendios en el clima? A nivel mundial, los incendios forestales son responsables de importantes emisiones de gases de efecto invernadero y del 5% al 8% de los 3,3 millones de muertes prematuras anuales por la mala calidad del aire, según el grupo climático CarbonBrief, con sede en el Reino Unido, que está especializado en la ciencia y la política del cambio climático.

Un problema sin resolver aún, entre otros, es la severidad o la intensidad del fuego, que tiene un efecto de mayor alcance en la captura de carbono, ya que los bosques se queman tanto que los árboles no vuelven a crecer.

En 2017, las emisiones de CO2 de los incendios forestales extremos en el suroeste de Europa (es decir, la Península Ibérica, el sur de Francia e Italia) fueron las más altas desde, por lo menos, 2003, alcanzando aproximadamente 37 teragramos (medida de masa que es igual a un billón de gramos o 10¹² gramos), de CO2.

Para poner esto en contexto, los incendios forestales de excepcional alcance en la Península Ibérica y la costa mediterránea en 2003 representaron el mismo nivel de emisiones antropogénicas que todas las de Europa occidental. Y si la intensidad de los incendios forestales destruye una cubierta forestal significativa en 2021, la pérdida resultante de sumideros de carbono podría ser aún más devastadora para el clima.

Según las estadísticas de los últimos años, el número de incendios está bajando. Pero lo que está haciendo la emergencia climática es convertir cualquier incendio en potencialmente devastador, fuegos en los que los equipos de emergencia no pueden hacer nada más que evacuar las poblaciones en el camino.

Estos megaincendios explotan sobre la sequedad y las altas temperaturas provocadas por el cambio climático, sin el cual no se pueden explicar. Según el VI Informe del IPCC, los fenómenos extremos seguirán aumentando en intensidad y frecuencia al menos durante todo este siglo, incluso en el mejor de los escenarios posibles. Más sequías y calor harán que el riesgo de incendios gigantescos sea extremo durante décadas. La cuestión ahora es adaptarse a ese mundo. Y también poner los máximos esfuerzos en la prevención, a diferencia de lo que se ha hecho durante muchos años donde la gestión del monte ha estado enfocada en la extinción. Es absolutamente necesario la limpieza de material combustible del monte antes de que las altas temperaturas lo conviertan en una pira lista para arder, entre otras cuestiones.

* Experto en temas ambientales, Premio Nacional de Medio Ambiente y Premio Periodismo Ambiental 2019