Uno de los indicadores que marcan la prosperidad de una sociedad es la posibilidad que tienen las familias para salir de vacaciones, al menos una semana al año. Según un estudio de la Federación Europea de Sindicatos, alrededor de 35 millones de los europeos son trabajadores que reciben un salario al nivel de la pobreza y no pueden permitirse el lujo de abandonar sus hogares, ni tan siquiera unos días, para descansar durante el verano. Existe una brecha cada vez mayor entre los ricos, que disfrutan del ocio, y los pobres cuyo presupuesto no permite estos dispendios. Está sobre la mesa la imprescindible subida del salario mínimo.