n las elecciones departamentales que acaban de acontecer en Iparralde, el nacionalismo vasco ha conocido un auge notable tanto en votos como en porcentajes. Ese incremento se inscribe en una tendencia de fondo ilustrada por los buenos resultados cosechados por EH Bai en las últimas elecciones municipales de 2020. Todo ello, en un contexto marcado por una abstención históricamente elevada, dado que los dos tercios del electorado han preferido quedarse en casa.

En la primera vuelta, en los 12 cantones del País Vasco norte, EH Bai ha conseguido el 24,68% de los sufragios, lo que corresponde a 20.821 votos. Representa 3.042 papeletas más que en las elecciones departamentales anteriores que tuvieron lugar en 2015. La formación nacionalista progresa en votos en la práctica totalidad de los cantones, hasta el punto de ser el partido más votado en el cantón de Hendaia y de duplicar sus votos en el cantón Baigura y Mondarrain. A su vez, progresa en los cantones urbanos de la aglomeración de Baiona que le son tradicionalmente menos favorables, tales como Angelu (+4%), Baiona 1 (+3,40%), Baiona 2 (3,96%), Baiona 3 (+5%) y Biarritz (+3%). Estos resultados le permiten clasificarse para la segunda vuelta en siete de los doces cantones.

En la segunda vuelta, EH Bai mejora sus resultados de la primera vuelta tanto en votos (+2.303) como en porcentajes. Además de vencer en el cantón de Hendaia (52,18%), supera el 40% de los sufragios en los cantones de Donibane Lohizune (44,50%), Uztaritze-Errobi y Urdazuri (41,01%), y Euskal Mendialdea (40,80%), y el 30% de los votos en los demás cantones: Baigura y Mondarrain (39,56%), Errobi-Aturri (39,34%), y Bidaxunerria, Amikuze y Oztibarre (36,60%). La progresión en votos es reseñable en la mayoría de los cantones, dado que pasa, por ejemplo, de 1.730 a 3.110 votos en Hendaia o de 2.105 a 3.003 sufragios en Aturri-Errobi. Estos resultados posicionan al nacionalismo vasco como la segunda fuerza política, la principal alternativa al centro-derecha francés así como el primer partido de izquierdas.

Ese avance del voto nacionalista vasco en Iparralde resulta de la conjunción de una serie de factores.

En primer lugar, es consecutiva a la credibilidad de la que goza el nacionalismo vasco. En un contexto marcado por una fuerte desconfianza de la ciudadanía hacia la clase política y los partidos y una desafección creciente hacia las elecciones y la democracia representativa, los candidatos de EH Bai se benefician de una credibilidad adquirida por el movimiento nacionalista vasco gracias al trabajo de fondo realizado desde su creación a inicios de los años sesenta. En efecto, la labor desempeñada en el sindicalismo agrícola por ELB, la enseñanza en euskera por Seaska, la lucha por la protección del medio ambiente por Bizi!, el desarrollo local por Euskal Moneta o el proceso de paz por Bake Bidea, asociada a una fuerte implicación en las instancias de concertación, tales como el Consejo de Desarrollo del País Vasco, han dado cierto crédito a estos actores que han demostrado su implicación y compromiso con el territorio y sus habitantes.

En segundo lugar, se deriva de la legitimidad adquirida con el transcurso del tiempo por los candidatos nacionalistas vascos. Gracias a su dedicación y perseverancia, que se han visto premiadas en las elecciones locales, han accedido a cargos electivos, tanto en los consistorios municipales como en la Mancomunidad Vasca de reciente creación, sin olvidar el Consejo departamental de los Pirineos Atlánticos. Su capacidad de gestión, como alcaldes de municipios, tales como Hiriburu, Uztaritze o, más recientemente, Urruña y Ziburu, y su aptitud a proponer alternativas creíbles cuando se hallan en la oposición, les han conferido cierta legitimidad. De hecho, parte del electorado es legitimista y el sistema político de Iparralde es fuertemente notabilista, lo que implica gozar de cierta implantación local.

En tercer lugar, resulta de la facultad del nacionalismo vasco de proponer un programa generalista que no se reduzca a sus reivindicaciones históricas, como pueden ser la institucionalización del territorio, el proceso de paz o la defensa de la lengua vasca. EH Bai ha sido capaz de proponer alternativas en materia de vivienda, de movilidad, de protección del medio ambiente, de empleo y de ayuda a las categorías más vulnerables. Estas propuestas, además de ajustarse a las preocupaciones de la ciudadanía, son creíbles, al ser consecutivas a una esperteza adquirida gracias a una implicación militante y a una elaboración conjunta resultante de un proceso participativo. Esto permite atraer al nacionalismo vasco a sectores de la población que no estaban inicialmente sensibilizadas por las especificidades del territorio y que se han interesado en ellas gracias a la oferta propuesta por EH Bai en ámbitos ajenos al ideario tradicional del nacionalismo vasco.

En cuarto lugar, el nacionalismo vasco de Iparralde ha demostrado en los últimos años una capacidad para tejer alianzas con fuerzas políticas ecologistas y de izquierdas. Insistiendo en lo que los une, especialmente en materia social y medioambiental, han construido puentes y propiciado cierta aproximación. Esa labor ha desembocado, inicialmente, en acercamientos programáticos y en acciones conjuntas fuera de la esfera estrictamente electoral, para, luego, desembocar en llamamientos a votar por otras formaciones de izquierdas y ecologistas en las segundas vueltas e incluso en la constitución de listas comunes encabezadas, lo más a menudo, por candidatos nacionalistas vascos. El modo de escrutinio mayoritario a dos vueltas y la necesidad de tejer alianzas para ser elegido han propiciado y acelerado ese movimiento de unión y de colaboración.

Todo ello demuestra que el voto nacionalista vasco, además de estar fuertemente implantado en el territorio gracias a un trabajo arduo y constante, hasta el punto de crecer en un contexto de escasa participación, tiene la capacidad para atraer a nuevos electores que provienen mayoritariamente de la izquierda hexagonal y de los ecologistas así como de nuevos votantes. De hecho, numerosos votantes, más o menos jóvenes, que se sienten ecologistas y de izquierdas, desencantados por las divisiones internas de las formaciones tradicionales, su incapacidad para resolver los problemas diarios de la ciudadanía y su escasa participación en las luchas sociales y medioambientales, y, en cambio, atraídos por el dinamismo y creatividad de las organizaciones nacionalistas vascas, que no se reducen al ámbito estrictamente político, deciden dar el paso y votar a favor de candidatos nacionalistas. Así, rompen el techo de cristal al que se enfrentaron los partidos nacionalistas vascos durante varias décadas en un contexto marcado por la lucha armada y la confrontación política. * Profesor de Sociología UPV/EHU