adie, bajo el franquismo en Bilbao, llamaba a la Plaza Circular Plaza España ni a la Elíptica, Plaza Moyúa. Eran dos imposiciones inasumibles. Federico Moyúa fue un alcalde puesto a dedo en la Alcaldía por la dictadura de Primo de Rivera que anexionó Deusto a Bilbao manu militari y con engaño. Hoy, la Plaza Circular se llama Plaza Circular, no España, pero una negligencia de alcaldía en su día mantiene el nombre de Moyúa para la plaza Elíptica. Los bilbainos de toda la vida siguen llamándola “Elíptica”, porque además lo es. Aquella negligencia se agravó con la parada del metro, pero si se quiere, tiene solución. Se le cambió el nombre a la Avenida del Ejército, nos anunciaron el envío de tropas pero ahí sigue llamándose Lehendakari Agirre. Si se quiere, se puede. Yo jamás le llamo Moyúa.

Y sigo con la plaza Elíptica. En ella, al lado del hotel Carlton hay un edificio gris mastodóntico que alberga hoy la Hacienda del Estado cuando en virtud del Concierto los impuestos los recauda la Diputación. Ese feo edificio, ese mamotreto construido en 1943 con el estilo falangista que se empleó en la época franquista, sobre todo en sus primeros años, sigue siendo un edificio de servicios de la Administración central. Aquel periodo se caracterizó por la imposición de un régimen que marcó unas pautas a seguir en todos los ámbitos y en lo que se refiere a la arquitectura propugnó como estilo oficial el “estilo nacional”, que recuperó la hechura imperial española del siglo XVI y del clasicismo. A la antigua Hacienda la coronaba el escudo franquista, gallinácea incluida, que desvió la atención sobre algo mucho más grave.

Un día, el jefe de gabinete del presidente del Congreso Félix Pons, en un viaje parlamentario, tras unas cervezas y en una terraza, me comentó que él como funcionario de Hacienda había estado en la comisión que había negociado el patrimonio a transferir a la Comunidad Autónoma Vasca, entre ellos este edificio, habida cuenta que la Hacienda, en virtud del Concierto, ya no tenía objeto mantenerlo vacío en el centro de la ciudad cuando además todas las dependencias funcionariales cabían en el coqueto edificio de la aduana de Bilbao, hoy puesto al día y muy reluciente. Y siguió diciéndome: “Cuál no sería mi sorpresa cuando en el último segundo se nos dio la orden de quitar el edificio de Hacienda del patrimonio a transferir y la explicación que nos dieron era sencilla. En la Plaza Moyúa (así la llamaba) estaba el Gobierno Civil y si el mamotreto de Hacienda se transfería iba a ser una dependencia importante del Gobierno vasco en el centro de la villa, ikurriña incorporada, y eso había que evitarlo”. Y así se hizo. Lógica imperial madrileña.

Y es verdad. Hoy, la Delegación del Gobierno Vasco, sus oficinas, están al final de la Gran Vía, al lado del Hotel Villa de Bilbao. Solo los funcionarios y los que han de ir a hacer una gestión saben que son dependencias gubernamentales. Otra historia hubiera sido que en plena Plaza Elíptica, al lado de la antigua Lehendakaritza, hubiera estado el Gobierno Vasco con todas sus dependencias. Por eso digo que lo de menos fue el debate del escudo pues hubiera desaparecido en el minuto cero. De ahí que mientras se discutía esta ornamentación, los que lograron que la maniobra prosperara se frotaban las manos. Yo, hoy, lo reivindicaría.

El pasado lunes 14 de junio falleció Manuel Clavero Arévalo, responsable de la expresión “café para todos”. Fue el ministro de la UCD a quien le tocó gestionar las transferencias de los estatutos aprobados. Y esa fue su filosofía. Felipe VI lamentó su muerte diciendo que fue una “figura clave para Andalucía” y la vicepresidenta Carmen Calvo lo describió como “artífice del Estado autonómico”. ¡Y tan artífice! Igual por eso el Estatuto de Gernika no está cumplido. Traicionó el espíritu del reconocimiento de las tres nacionalidades históricas, igualó por abajo, ralentizó el proceso y propició que no se cumpliera la ley. No fue café, fue “achicoria para todos”.

El domingo 13 de junio Radio Euskadi entrevistó al portavoz del Gobierno, Bingen Zupiria, quien dijo que no entendía la resistencia de un ministro como Escrivá a cumplir el acuerdo del Ingreso Mínimo Vital en la medida que se trata de un pacto suscrito por el presidente Pedro Sánchez con el PNV. Y añadió un dato interesante del que tan poco se habla: “En este asunto hay altos funcionarios del Estado que consideran que ejecutar la transferencia del IMV en los términos acordados es romper España”. Es verdad. No solo es para ellos “romper España” sino perder poder como Alta Administración residenciada en Madrid. En el fondo consideran que la CAV no es España.

Zupiria puso el dedo en la llaga en algo que es evidente. La Alta Administración, el Estado como administración profesionalizada sita en Madrid durante estos cuarenta años, ha sido la gran responsable de que el Estatuto vasco esté sin cumplir. Podríamos poner decenas de ejemplos. Lo denuncié en un libro que escribí hace años Extraños en Madrid. Los funcionarios y Madrid como capital y kilómetro cero según nos dicen, son un poder terrible. Por eso describo otra vivencia ilustrativa sobre lo que estoy narrando que seguramente avalarán sin duda Juan Ramón Guevara, Txabi Balza, Mikel Legarda, Iñaki Goikoetxeta. Se trata de la responsabilidad de un personaje que era el secretario de Estado, alto funcionario, en el ministerio de Administraciones Públicas como defensor de las esencias patrias, con la lupa puesta y el freno de mano colocado. Se llama Paco Peña y le llamaban Paco España. La designación definía muy bien su misión. Poner palos en la rueda y defender que no se rompiera la madre patria. Cumplir una ley orgánica era lo de menos. Creo que llegó al ministerio en tiempos de Almunia y me imagino que en la actualidad habrá diez Pacos España con la zancadilla puesta. “¿Quién es este Pedro Sánchez para trasladar poder a las Vascongadas?” se preguntarán airados.

¿Cómo se resuelve eso? Con el único lenguaje que entienden en la villa y corte y en el Congreso. Perdiendo votaciones cuando el PNV sea fundamental para sacar proyectos, leyes y acuerdos. No entienden otro. Eso del cumplimiento de una ley orgánica refrendada por el pueblo se la trae al pairo. En otro registro ya le vimos al PP en el Senado pidiendo que no se cumpliera el estatuto de Gernika. Lo decía Pla: ”Lo más parecido a un español de derechas es un español de izquierdas”.

Hoy, más que nunca, España es Madrid. La España desertizada protesta con razón, pero han sido el PP y el PSOE los responsables de esta situación. “Madrid es el triunfo del funcionario enrevesado que se cree el dueño de cosas que pagamos todos”, constató el director de cine David Trueba. Y es que nadie pensaba en 1978 que Madrid iba a ser una autonomía con bandera propia, parlamento e himno. Y quienes menos lo pensaban eran los madrileños. Lo hicieron porque había que echar agua del Lozoya al cava catalán, al rioja vasco, al albariño gallego. Hablando de esto con Juan Barranco, quien fuera alcalde de Madrid, me dijo: “Tamames y yo éramos concejales del Ayuntamiento de Madrid y nos enteramos de que se iban a reunir en Toledo una serie de representantes castellanos que comenzaban a reivindicar un estatuto para Castilla habida cuenta de vuestras demandas. Por eso, en representación de Madrid nos fuimos a ese hotel de Toledo, pero no nos dejaron entrar. “Iros -nos dijeron desde la puerta-. Si se mete Madrid en la demanda, Madrid se va a quedar con todo, de forma que hacer vuestro estatuto”. Y no les dejaron entrar. Fue entonces cuando los madrileños presentaron su proyecto de estatuto y Leguina le encargó al crítico de arte Santiago Amón que diseñara la bandera y encargara un himno. Y así surgió la bandera madrileña, roja con estrellas blancas, que parece la del VietKong y el himno al escritor García Calvo que redactó su letra que comenzaba así: “Mira Anacleto, las vueltas que da el mundo para quedarse quieto” y “Madrid capital de la nada”. Luego tuvieron que ajustar estas sabias descripciones. Con Tierno Galván limaron estos conceptos y “Anacleto” fue cambiado por “sujeto” y “la nada” desapareció sobre el cielo de la villa.

Esto es lo que hay. Madrid ciudad estado, y una administración residenciada en Madrid con la aspiradora puesta a millón y combatiendo a su periferia díscola con funcionarios tipo Paco España y la presidenta Díaz Ayuso (Miguel Ángel Rodríguez). Ya se sabe. De Madrid, al cielo. A su cielo. * Parlamentario de EAJ-PNV 1985-2015