n su libro Mass Flourishing: How Grassroots Innovation Created Jobs, Challenge, and Change (2013), Edmund Phelps, Premio Nobel de Ciencias Económicas de 2006, aborda un tema crucial para el éxito de los sistemas capitalistas nacionales: la dinámica del proceso de innovación.

Phelps desarrolla su tesis en torno a tres temas principales: en la primera parte, explica el desarrollo de las economías modernas que forman el núcleo de las sociedades occidentales de principios del siglo XIX; en la segunda parte, explora el atractivo del socialismo y el corporativismo como sistemas que compiten con el capitalismo moderno; y, en la tercera parte, revisa la evidencia posterior a la década de 1960 sobre el declive del dinamismo en los países capitalistas occidentales.

En el siglo XIX, específicamente entre 1820 y 1870, se registró un crecimiento espectacular en dos indicadores económicos importantes, el producto per cápita y los salarios reales promedio, en Estados Unidos, Francia, Alemania y Gran Bretaña. Phelps sostiene que “las explosiones del conocimiento económico en el siglo XIX deben ser el efecto del surgimiento de una economía completamente nueva: un sistema para la generación de innovación endógena”.

Phelps define una economía moderna como una con “un grado considerable de dinamismo, es decir, la voluntad, la capacidad y la aspiración de innovar”. Sostiene que el modelo schumpeteriano dominante de la teoría del “punctuated equilibrium” impidió a los pensadores económicos considerar seriamente un modelo de una economía moderna que genera conocimiento económico a través de su propio talento autóctono y de la comprensión del proceso de innovación.

Este argumento crítico con Schumpeter se elabora en un libro más reciente, Dynamism. The Values That Drive Innovation, Job Satisfaction and Economic Growth (2020), una colabración de Phelps con Raicho Bojilov, Hian Tech Hoon y Gylfi Zoega en la que se sostiene que la salud económica depende de la presencia generalizada de ciertos valores, en particular el individualismo y la autoexpresión.

Phelps ha sostenido durante mucho tiempo que el alto nivel de innovación en las naciones líderes de Occidente nunca fue el resultado exclusivo de los descubrimientos científicos y el espíritu empresarial, como pensaba Schumpeter. Más bien, los valores modernos, en particular el individualismo, el vitalismo y la autoexpresión que prevalecen entre la gente, alimentaron el dinamismo necesario para una innovación endógena generalizada.

El libro está dedicado a encontrar evidencia de los vínculos entre los valores de las naciones y su dinamismo. Los autores encuentran evidencia de que las diferencias en los valores de las naciones son muy importantes. No es casualidad que los países más innovadores de Occidente fueran ricos en valores que alimentaban el dinamismo. Tampoco es un accidente que el dinamismo económico en los Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia haya sufrido a medida que los valores comunitarios y centrados en el Estado han pasado a primer plano.

Los autores exponen su argumento en tres partes. En las dos primeras extraen series temporales de datos de productividad sobre la innovación autóctona, luego prueban la tesis sobre el vínculo entre los valores y la innovación para encontrar qué valores están vinculados positivamente y cuáles negativamente.

En la tercera parte, consideran los efectos de los robots en la innovación y los salarios, argumentando que, aunque muchos trabajadores pueden ser reemplazados en lugar de ayudados por robots, los efectos a largo plazo pueden ser mejores de lo que temíamos.

Como muestra significativa de creatividad e innovación, los autores sostienen que el dinamismo constituye la clave de las condiciones culturales previas para desarrollar una sociedad saludable y un empleo gratificante.

Con sus contribuciones recientes sobre innovación, Phelps intenta desarrollar un argumento más amplio sobre la tarea de la economía, que ha de ser el estudio de la actividad humana en todos los campos de actividad. Debe incluir la naturaleza humana, las aspiraciones humanas y los valores humanos.

Phelps cree que la definición de economía con la que comienzan la mayoría de los libros de texto -“el estudio de la asignación de recursos escasos”- es precisa pero engañosa, ya que omite la parte más interesante del asunto: que siempre estamos innovando para aumentar nuestros recursos. La innovación hace que los bienes escasos sean abundantes. Y esta búsqueda de hacerlo mejor, de ir más lejos, de extender nuestro alcance es parte de lo que nos hace humanos.

La economía es más que el deseo de consumir y evitar riesgos. Si colocamos la innovación en el centro de la economía, entonces, de hecho, hacemos una afirmación radical sobre la naturaleza humana, porque afirmamos que el hombre es un innovador. Phelps sostiene que el espíritu clásico de desafío y autodescubrimiento es un rasgo humano fundamental.

Al mostrar cómo la actividad de los individuos que asumen riesgos contribuye a los beneficios sociales, la economía ayuda a las sociedades a adaptarse a lo que San Agustín llamó nuestra “inquietud del corazón”. Ésta es la mejor parte de nuestra naturaleza humana. Las sociedades que reprimen esta inquietud se estancan y mueren.

Según Phelps, el asunto de la moralidad en la economía no es ni la equidad de la distribución del ingreso ni la estabilidad de los sistemas financieros. Es la forma en que las instituciones humanas pueden moldearse para corresponder a la naturaleza humana, a la naturaleza del hombre como innovador.

Una pequeña parte de la literatura económica aborda el papel de los empresarios, los que asumen riesgos que, al intentar innovar, eligen enfrentarse a la verdadera incertidumbre, con el resultado de que los resultados no se pueden predecir. Pero no es solo un pequeño grupo de emprendedores los que quieren arriesgarse y probar cosas nuevas. La aventura y el descubrimiento atraen a personas de todos los ámbitos de la vida.

Los seres humanos tienen un lado inquieto, un impulso de jugar, de hacer las cosas de formas diferentes a lo establecido. Y ese hecho es fundamental para entender la antropología humana, entiende Phelps. La humanidad es capaz de tener ideas originales, conceptos que no han sido concebidos antes, y aquellos que intentan suprimirlos crean una prisión de la mente y el espíritu.

Al reconocer la inquietud inherente de la humanidad y orientarla hacia el objetivo social de la creación de riqueza, la economía identifica el problema moral de reconciliar la naturaleza humana inquieta con los requisitos de la sociedad.

Phelps entiende que la economía no es ni debe pretender ser indiferente a las instituciones sociales. Debe facilitar el desarrollo de una antropología que comienza con la naturaleza humana innovadora: homo innovaticus. La economía actual tiene un contenido moral negativo en el sentido de que trata los factores económicos como si fueran piezas de un tablero de juego en lugar de ser seres humanos que aprenden, descubren e innovan.

El dinamismo del capitalismo ofrece a la experiencia humana y al beneficio humano lo que constituye la verdadera dimensión moral de la economía. El capitalismo que funciona bien tiene un valor intachable porque, según Phelps, permite a los seres humanos darse cuenta de su verdadera naturaleza como creadores e innovadores.

Al vincular la satisfacción con la innovación, Phelps destaca el emprendimiento como la comercialización de la frontera tecnológica. La recompensa final de esta actividad es el dinamismo, el volante de la innovación continua y el motor del florecimiento masivo.

Los hallazgos de Phelps sobre el papel central del trabajo diario, el conocimiento que adquirimos al hacerlo y las innovaciones que inevitablemente aportamos merecen una reflexión sosegada, y es posible que aporten elementos muy valiosos para comprender, en el siglo XXI, la importancia de la relación entre el capitalismo y la cultura de la libertad para innovar. * United States Fulbright Professional Ambassador, Massachusetts Institute of Technology, London School of Economics