or hábitos profesionales y querencias personales siempre me he encontrado a gusto y cómodo ante reflexiones estratégicas y prospectivas. Derivado de ello he leído con atención y complacencia el documento España 2050. En otro momento futuro entraré con algún detalle en los nueve ejes estratégicos, los 50 objetivos y las 200 líneas de actuación que propone el documento y las cuales exigen un mínimo de lectura sosegada y analítica.

Con recepción pública me refiero a comentarios intercambiados con personas que, sin haber leído siquiera el resumen ejecutivo del informe, lo critican. Basando dicha crítica en algo que, más que opinión, es una manifiesta frivolidad.

“De aquí a treinta años quién sabe lo que va a pasar”. Típico posicionamiento reactivo y conservador, totalmente contrario al comportamiento proactivo, necesario en una sociedad tan compleja como en la que vivimos.

La gestión en ámbitos complejos no inmediatos, y cambiantes, como es el caso de los entornos empresariales, políticos o militares, requieren metodologías que diseñen escenarios futuros, de largo plazo, con una probabilidad determinada de producirse, e ir variando los contornos y contenidos de esos escenarios en función de la evolución de algunas variables en el corto y medio plazo.

Es decir, en los espacios indicados -son un ejemplo- las técnicas prospectivas y las metodologías estratégicas, son imprescindibles.

Por mucho que una mayoría de las personas, dirigentes incluidos, se encuentren más cómodos en la improvisación y las dudosas certezas del corto plazo, la experiencia enseña la conveniencia de fijar un rumbo y un objetivo de arribada en cualquier navegación, tómese como ejemplo, siendo imprescindible, también, saber adaptarse a las variaciones constantes del viento, en cuanto a intensidad y dirección de este, y en toda singladura marina a vela.

Resulta conveniente poner sobre la mesa reflexiones, en este caso de carácter estratégico y de largo plazo. La abundancia de cortoplacismos, de regates en corto, además de intelectualmente tóxico -el tiempo rapidísimo de respuesta que se exige en esos casos contamina la reflexión-, es contraproducente e innecesario.

Vayamos al contenido genérico, filosófico, del informe, desde el enfoque no tanto de los cincuenta objetivos indicados en el mismo, como del cuadro de conceptos relacionados con la metodología de elaboración y los mecanismos en manos de los organismos e instituciones que, posteriormente, serán los agentes ejecutores, en su caso, de las acciones estratégicas que definitivamente conformen el Plan España 2050.

Estamos ante un reto intrincado, a poner en marcha por parte de una sociedad complicada, mediante un instrumento, también complejo, como es el Estado español, que, conviene recordar, no es un estado simétrico, tampoco uniforme -aunque a muchos de los cortoplacistas les gustaría-, y con una estructura de comunidades autónomas.

En este significado, el del Estado autonómico/Estado complejo, en caso de no reforzar una cogobernanza asimétrica, el documento actual y el resultante serán de difícil aplicación, será un brindis al sol. Si miramos la experiencia reciente, actual, de la gestión de la pandemia del covid-19, un número importante de comunidades autónomas, algunas de gran peso mediático inducido, se pondrán a pedir y exigir en la cola, pero no a cogobernar, a responsabilizarse solidariamente en los objetivos. Es decir, a dificultar la puesta en marcha de las medidas que se identifiquen como convenientes, primando la venta de posturas concretas a corto plazo mediante declaraciones y fotos, cuyo abuso puede ser pertinente en el teatro e impresentable en el ámbito de la asunción de responsabilidades públicas.

Por tanto, echo en falta en el análisis y propuestas del España 2050 una alusión clara al cómo y quién abordará el diseño y la ejecución definitivos del Plan, de manera coherente con la estructura del Estado autonómico.

Por otro lado, la participación en la elaboración del documento actual, y previsiblemente la del futuro, está estructurada sobre colectivos y personas de gran prestigio profesional y rigor conceptual, pero contiene, al menos, una laguna importante. No figuran de manera explícita y contundente tres unidades colectivas básicas. Hablo de las patronales, de los sindicatos y de la universidad. Están presentes pero no de forma contundente, y son tres agentes claves en cualquier transformación social que se plantee con rigurosidad.

Continuando con los conceptos utilizados como sustento del documento, la lectura de los criterios empleados para seleccionar el conjunto de los desafíos a los que se enfrenta la sociedad española suscita, al menos a mi, una serie de dudas que resultaría conveniente aclarar en el proceso de mejora y complementación del documento.

En relación al sexto desafío identificado: “Promover un desarrollo territorial equilibrado, justo y sostenible”, y directamente correlacionado con lo referido del Estado complejo, del Estado autonómico, no se explicita suficientemente si se plantea una visión desde el respeto a dicho Estado autonómico, con el cumplimiento de toda la estructura jurídica fundamental y básica, o, por el contrario, se opta u optará por la vía del café para todos.

No es aconsejable, en los tiempos que vivimos, esa indefinición, y no es suficiente una declaración formal del cumplimiento de la ley. Algunos llevan 43 años impidiendo que la Constitución y el Estatuto de Gernika se cumplan. Es decir, incumpliendo la ley.

Tanto la tendencia indicada hacia el pesimismo, como a una sobrevaloración de lo negativo, excesivamente presentes en nuestra realidad, justifican dos párrafos del documento España 2050: “El cortoplacismo está dañando nuestro bienestar y nos está impidiendo abordar con eficacia los grandes desafíos de nuestro tiempo”.

“Si el debate político del día a día no resulta todo lo constructivo y cohesionador que debería es, en muchos casos, porque nos hemos saltado el primer paso: no se han fijado objetivos comunes o específicos; no se ha explicitado el lugar al que queremos llegar, por lo que la disputa sobre qué camino debe tomarse acaba resultando farragosa, crispada e inútil”.

Por eso, todo lo que sirva para ganar en confianza y convencimiento de que se puede incidir positivamente en el futuro, bienvenido sea. * Economista y empresario