as relaciones entre el PNV y EH Bildu no pasaban por su mejor momento. Desde que la izquierda independentista diseñara para sí una estrategia de asedio y asalto al nacionalismo gobernante, una actitud que pretendía el desgaste del “prestigio electoral” del principal partido de Euskadi para ser “sustituido” por la alternativa liderada por Otegi, el panorama de convivencia política se ha ido enrareciendo paulatinamente. El “todo está mal”, las decisiones “se improvisan”, “se miente al Parlamento, a la población, a todos” o la “imagen de buena gestión es falsa” se ha instalado en el argumentario semanal de los diferentes portavoces y opinadores de EH Bildu. Un frente dialéctico que nada tiene que ver con la sensación o valoración media de la ciudadanía vasca y su nivel de confianza en el PNV, según reflejan diferentes estudios sociológicos conocidos en las últimas semanas.

La oposición activa de la izquierda abertzale a todo lo que gestionaran los jeltzales llegó a su cénit con la inútil e inentendible propuesta de reprobación de la consejera Gotzone Sagardui en un momento en el que la evolución de la pandemia parecía comenzar a doblegarse y con un proceso de vacunación en Euskadi que superaba (a modo de ranking) a la media de todo el Estado, aproximándose a la mitad de la población mayor de 16 años la que ya había sido inmunizada por una dosis del suero antiviral.

Pero este choque, absolutamente intencionado y de difícil comprensión, no fue el único. La campaña de Ernai, juventudes de la izquierda abertzale, contra el PNV y la Er-tzaintza, desnaturalizó aún más la relación entre las dos principales formaciones vascas. Pintadas, manifestaciones, consignas en las redes, prodigaron una situación “explosiva” para unos -los atacados- y de simple “crítica política” para quienes decidieron minimizar el impacto de sus acciones.

La presentación ante la fiscalía, por parte del Departamento de Seguridad, de una solicitud de investigación para determinar si las amenazas a la Policía autónoma pudieran entenderse como un presunto delito de odio, fue interpretado por la portavoz de EH Bildu en el Parlamento como un intento de “criminalizar a la juventud”, un “disparate” que causará “gravísimas consecuencias” al “inventarse delitos” para que “algunos jóvenes tengan que declarar en los tribunales”. El mundo al revés. Las víctimas, quienes se reconocían autores de las ekintzak. Gizajoak!

Para poner la guinda, o la mecha en el pastel, llegaba la polémica de Azpeitia tras la decisión del grupo inversor que pretendía retomar la actividad industrial de aceros corrugados de renunciar a su propuesta de inversión y creación de empleo por el silencio y la negativa del Ayuntamiento a dicho planteamiento. Se armó la marimorena. Y no era para menos. La ecuación original era de raíz industrial. Creación de actividad, empleos, inversión, utilización de instalaciones, permisos municipales... Pero el planteamiento devino en político. En voluntad. En silencio administrativo. Y de ahí a lo de siempre. A hablar de “falsedades”, de “campañas de acoso”. De gresca y enfrentamiento abierto.

Nada era para menos. Ni el acoso permanente de la oposición parlamentaria, las continuadas acusaciones de gobernar con “mentiras”, el intolerable comportamiento de Ernai intentando amedrentar a ertzainas y a la militancia nacionalista o el desapego del gobierno municipal azpeitiarra ante el problema del desempleo y la necesidad de impulsar opciones industriales que nos permitan vivir mejor.

Mal no, peor. Y todo aderezado con la coraza del agravio y del argumento fácil de sentirse víctima de quienes han señalado, no ya como adversario, sino como enemigo al que hay que derrotar de la manera que sea. Jodé, ¡qué panorama!

Razones para responder hay muchas. Y argumentos no faltan. Pero, aunque el cuerpo pida marcha, quizá sea mejor no alimentar el incendio para que el fuego no se propague aún más. Que nadie lo interprete como un intento de escurrir el bulto. No. Necesitamos recuperar cauces de diálogo democrático. Aunque sea para reconocer nuestras diferencias. Con respeto y sentido democrático.

Durante la guerra de secesión norteamericana, cuando regresaban las tropas a sus cuarteles sin tener ninguna baja, en las paredes del campamento se escribía en una gran pizarra la inscripción 0 Killed (cero muertos). De aquella costumbre proviene la expresión OK para decir que todo está bien. Esperemos que todos lo aprendamos. ¿OK?

Si en casa las relaciones han ido a peor, en Madrid tampoco han evolucionado por camino diferente. Tras el lío de las elecciones madrileñas y el batacazo socialista, se ha visto a Pedro Sánchez intentando resituarse ante una derecha envalentonada. Varias encuestas han conseguido trasladar la impresión de que un cambio de ciclo era posible en el Estado. Algo inimaginable hace un tiempo. Y ese nuevo-posible escenario de recomposición de la derecha y su extremidad, a los nacionalistas vascos nos hace poner en alerta.

De ahí que, al menos los nacionalista del PNV, hayan compartido con el entorno de Moncloa su voluntad de mantener su empeño de colaborar en la sostenibilidad de la actual legislatura. Apoyo a la estabilidad sí, pero para que las cosas cambien, mejoren y se cumplan los compromisos previamente adquiridos entre las partes.

Cabía pensarse que Sánchez había entendido tal propuesta. Pero sus primeros pasos tras el Ayusazo hacen desconfiar. Desde la Moncloa parece haberse establecido un guion en el que solo existirán las buenas noticias -las que ellos patrocinen-. Sánchez ha empezado una gira territorial que oxigene su prestigio. Así, un día habla en Soria de la España vaciada, otro riega Castilla-La Mancha con electrolizadores de fondos europeos, o alimenta a Extremadura con una planta de baterías de litio. Aquí, a Euskadi, llegará la semana entrante para con el monarca Borbón inaugurar en Vitoria-Gasteiz el Centro Memorial.

Todo ello con planes y más planes. El último presentado, España 02050. ¿Alguien sabe el significado el cero a la izquierda?

El último proyecto es como el cuento de la lechera pero a lo bestia. Previsiones que parecen de Matrix. Y ante tanta mercadotecnia y barruntos de adivino, el portavoz nacionalista en las Cortes, quiso salirse del hechizo y preguntar, no sobre lo que el gobierno español piensa hacer en el año 2050, sino por lo que piensa hacer mañana, en 2022.

Esteban, que tenía razones para sentirse preocupado por el reiterado incumplimiento de compromisos adquiridos por el gabinete socialista, moderó su tono y requirió del presidente español que abandonar las “cosas de la política” para centrarse en la “política de las cosas”. Y le sugirió la necesidad de que el ejecutivo español se pusiera manos a la obra en la reforma laboral, en abordar el déficit de las pensiones, la clarificación de la utilización de los Fondos Europeos, dar una solución, por fin, a la cuestión territorial, o hincar el diente, de una vez, a temas pendientes con Euskadi con la finalización de las obras del Tren de Alta Velocidad, o el traspaso de la competencia del Ingreso Mínimo Vital, cuya última propuesta remitida a Vitoria ha sido decepcionante e impresentable.

Sánchez no supo leer bien aquella intervención de Aitor Esteban. E intentó afear su reproche sacando pecho con las últimas transferencias autonómicas -olvidándose de que llegaban más de cuarenta años tarde-. Su reacción sonó a autosuficiencia, a una altivez que augura un difícil camino en la plasmación de esa pretendida “alianza estratégica” entre el PNV y el propio Sánchez. Algo que no es nuevo, pero que en este tramo de legislatura puede convertirse en un rosario de desencuentros.

En el análisis general, Sánchez resulta imprevisible. Lo mismo arriesga acertadamente con la propuesta de indultos a los presos políticos catalanes que, cinco minutos más tarde, desorienta a todos firmando con PP y Vox una resolución que limita el ámbito de diálogo con el gobierno de Catalunya. Una de cal por otra de arena. Confiemos en que, por la estabilidad y para que las cuestiones pendientes sean abordadas eficazmente, Sánchez se centre. Solo así será posible que la tendencia, lejos de empeorar, mejore. El resto será dar significado al cero a la izquierda. ¡OK! * Miembro del EBB de EAJ-PNV