a Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó en 1993 celebrar cada 22 de marzo el Día Mundial del Agua. El tema elegido para 2021 es la valoración del agua. El valor ambiental, social y cultural que la población del planeta le da a este recurso vital y a su importancia para todos los seres vivos.

Ha pasado ya más de un año de la declaración de pandemia por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS), y en este tiempo hemos visto la importancia que tiene disponer de agua, y, por tanto, del valor de este recurso. Y también para ser conscientes de los miles de millones de personas en el mundo que no disponen de este recurso y que no pueden contar con esta arma contra el virus. Hoy en día, más de 2.000 millones de personas viven sin acceso seguro al agua en su casa, lo que afecta a su salud, educación y forma de vida.

El agua es un buen espejo de nuestra sociedad que nos devuelve una imagen bastante fidedigna de nuestros desmanes. El desprecio a las cuestiones ambientales en general, y el cambio climático como sintomatología de todo ello, da como resultado una menor disponibilidad de agua, una mayor contaminación y el incremento de fenómenos meteorológicos extremos y de desastres mal llamados “naturales”.

En dos décadas han muerto 475.000 personas por fenómenos meteorológicos extremos derivados del clima, de acuerdo con la organización no gubernamental independiente Germanwatch. El Estado español ocupa el puesto 32 de los países más afectados (700 fallecimientos al año). Y el 29 con más pérdidas económicas: 900 millones de euros.

El cambio climático deja ya 23,9 millones de migrantes, y en 2050 esta cifra podría ascender de 140 millones a 1.000 millones de personas, sobre todo en el sureste asiático, América Latina o el África subsahariana.

En el caso de Euskadi, los estudios del Gobierno Vasco revelan que algunos de los impactos en relación con el cambio climático serán el cambio progresivo de variables climáticas (temperatura media, precipitaciones, etcétera); mayor frecuencia y severidad de eventos extremos (inundaciones, olas de calor); subida del nivel del mar (ascenso de entre 29 y 49 cm. para finales de siglo, retroceso de playas y aumento del riesgo de inundaciones); disminución del aporte de agua en invierno y primavera (6-13%); y el 6,2% de la superficie actual de la Comunidad Autónoma del País Vasco podría verse afectada por el ascenso del nivel del mar para finales de siglo.

La mitigación y la adaptación son las dos estrategias de las que depende la lucha contra el cambio climático. Las de mitigación del cambio climático limitan y reducen las emisiones a la atmósfera, y las de adaptación abordan sus impactos y sus riesgos y reducen las vulnerabilidades frente a él. Por el momento, los resultados de las propuestas de mitigación son escasos. Naciones Unidas ha alertado de que, aunque la pandemia ralentizó temporalmente las emisiones en el año 2020, el mundo camina hacia un aumento catastrófico de temperatura superior a tres grados centígrados este siglo, por encima de los niveles preindustriales. El IPCC aboga por mantenernos en torno a los 1,5, mitigando el 45% de emisiones hasta 2030. Un objetivo lejano.

En estas dos líneas de trabajo -mitigación y adaptación al cambio climático- se basa el proyecto LIFE Urban Klima 2050 (https://urbanklima2050.eu/es/), que cuenta con el apoyo de la Unión Europea, que se inició hace un año y en el que participan una veintena de entidades implicadas lideradas por la Sociedad Pública de Gestión Ambiente (Ihobe), dependiente del departamento de Desarrollo Económico, Sostenibilidad y Medio Ambiente del Gobierno Vasco. El citado proyecto tiene una duración de 6 años, 19,8 millones de euros de inversión directa (10,2 millones de la UE) y se espera movilizar más de 625 millones de euros.

El proyecto LIFE Urban Klima2050 aglutina 40 acciones de mitigación y adaptación a los efectos del clima en tres áreas de la geografía vasca: costas, cuencas de los ríos y áreas urbanas. En el marco del proyecto se están haciendo intervenciones para adaptar la costa vasca al cambio climático en diversos municipios, que, como consecuencia de los temporales, sus paseos marítimos quedan rebasados por el mar. El trabajo consiste en la realización de un diagnóstico, con los daños causados históricamente, y en estudiar posibles medidas basadas en actuaciones similares en otros lugares del mundo.

Por otro lado, se está trabajando en soluciones naturales en los tres territorios. Se han emprendido acciones como el asesoramiento para la creación de parcelas con cultivos agroecológicos y la restauración de áreas periurbanas en Vitoria-Gasteiz. En Donostia, se ha naturalizado la zona de la presa de Artikutza y se han llevado a cabo las tareas previas de reforestación en Oberan. En Bermeo se ha habilitado un nuevo paseo peatonal y está en proceso la recuperación del área natural de Tonpoi.

También se está trabajando en diversas acciones para favorecer la mitigación del cambio climático. Un ejemplo es la herramienta de cálculo de emisiones de gases de efecto invernadero a nivel comarcal que se ha desarrollado en el marco del proyecto, y que permitirá a las entidades comarcales calcular su huella de carbono y las emisiones de gases de efecto invernadero de su territorio. Una herramienta basada en la que ya utilizan los municipios gracias a Udalsarea 2030, la Red Vasca de Municipios Sostenibles en la que se integran 191 municipios vascos.

Transcurrido un año desde el arranque del proyecto integrado LIFE Urban Klima 2050, se ha valorado, a través de Diana Oancea, la responsable de la CE que supervisa el proyecto desde EASME (la Agencia Ejecutiva para las Pymes de la Comisión Europea), los esfuerzos y trabajos realizados en este tiempo por las entidades socias, teniendo en cuenta las complicadas circunstancias derivadas del covid-19. Se han constatado las dificultades para poner en marcha algunas de las iniciativas previstas a causa de la pandemia, no obstante, se han desarrollado planes alternativos y ya se han cumplido varios de los primeros hitos.

Estamos ante un desafío global, que en Euskadi presenta sus características propias, y que se deberá analizar desde una posición integradora y con la mirada puesta en el corto, medio y largo plazo. Conscientes de ello, hemos de hacer lo máximo posible por preservar la calidad de nuestros ríos, estuarios, litoral y demás ecosistemas acuáticos, reduciendo al máximo la contaminación, repensar nuestros modelos de usos del agua y avanzar en las políticas de adaptación y mitigación para hacer frente al cambio climático, implicando al conjunto de la población vasca en la nueva cultura del agua, abandonando los tradicionales enfoques de “oferta” sustentada sobre la base de grandes infraestructuras hidráulicas, por estrategias de “gestión de la demanda” y de “conservación” y “restauración” del recurso y sus ecosistemas acuáticos.

El autor es experto en temas ambientales, Premio Nacional de Medio Ambiente y Premio Periodismo Ambiental de Euskadi 2019