a nadie quiere ser camionero”, confesaba el año pasado Víctor González Pastor, presidente de la Federación Española de Transporte Discrecional de Mercancías (Fetransa) en una entrevista a la revista Libre Mercado. Y ello a pesar, decía, de que en el sector del transporte de mercancías había 15.000 vacantes que siguen sin cubrirse. Intento, sin éxito, encontrar a una mujer alavesa que sea camionera. Finalmente, y a través del sindicato de transportistas vascos Hiru consigo contactar -antes de que la incidencia del coronavirus desate la actual crisis y el confinamiento derivado- con Asun Zubia, de 58 años, natural de Eskoriatza.

Es la única. No hay más mujeres, ni siquiera que ella sepa, que conduzcan hoy en día un camión en la Comunidad Autónoma Vasca. “Antes había alguna por Ermua u Olabarria. También alguna extranjera. Conduciendo autobuses sí se ven, pero camioneras no”, me dice. Y con las que se podía cruzar, hace tiempo que ya no las ve. “Es una pena, porque para mi es un trabajo bonito. Estás con mucha gente y en muchos sitios”, dice.

Asun Zubia cumple en el ejercicio en curso 31 años al frente del volante de su camión. Su historia arranca en 1989 cuando, en la empresa que dirige junto a su marido, no cubrían la demanda con los dos chóferes que tenían entonces. Es autónoma y transporta moldes, troqueles, así como piezas relacionadas con el sector del metal, no alimentación. Cuando su marido le planteó hace tres décadas ponerse al frente del volante pensó que “estaba loco”. Después, pensó “y por qué no”. “La verdad es que yo siempre he sido muy echada para delante. Me saqué los carnets y así empecé”, explica. Unos años más tarde, su marido le planteó dejarlo y fue entonces ella que le dijo que no.

Sólo el 1%

En pleno siglo XXI siguen existiendo profesiones donde el género se encuentra fuertemente vinculado a su desarrollo. Al igual que existen labores que tradicionalmente se han asociado a las mujeres -caso de la docencia, la enfermería o el cuidado, por ejemplo- también las hay en las que impera, y mucho, la presencia de los hombres. Y conducir un camión se encuentra entre ellas.

A modo de muestra, en el año 2012 (tampoco hay estudios a nivel estatal o más recientes) la asociación estadounidense Women in Trucking publicó un estudio junto a Volvo Trucks sobre La presencia de la mujer en el sector del transporte por carretera. El estudio cifraba que en Europa únicamente el 1% de los conductores de camión son mujeres, un porcentaje irrisorio si lo comparamos con sus colegas masculinos. Según este estudio, hace ocho años el país europeo con más mujeres dedicadas a la conducción de camiones era Suecia, con un 3% de ellas al volante, seguido de Reino Unido (2%) y Dinamarca (1%).

Curiosamente, la primera mujer camionera de la que se tienen datos en España fue Celia Rivas Casais, oriunda de Galicia que, allá por los años cincuenta, se puso al frente de los camiones de su padre, un prominente empresario dedicado al transporte llamado Joaquín Rivas. Cuando falleció el progenitor, Celia y sus tres hermanas asumieron las riendas de la empresa, a la que paradójicamente dieron el nombre de Hijos de Joaquín Rivas, en masculino, a pesar de estar dirigida exclusivamente por ellas.

“Yo estoy muy a gusto -prosigue Asun- pero lo cierto es que te tiene que gustar”. Y eso que, con el tiempo, la profesión sigue siendo dura, pero se ha suavizado en parte. Por ejemplo, en lo que se refiere a la carga y descarga, donde ahora está todo más mecanizado. Lo mismo, el interior de las cabinas de conducción.

¿Quizás la ausencia de mujeres -le pregunto- puede ser, entonces, porque se vincula a ser una profesión donde se pierde la feminidad?

“Ahora yo estoy curada de espanto, pero al principio sí que podías sentir esa sensación de que te dijeran: camionera. Pues para mí es como ingeniera. Me da igual”, subraya. “Antes se sorprendían mucho cuando te veían al frente del camión. Ahora no tanto”, señala. ¿Y, será entonces que puede haber pocas mujeres como camioneras, le planteo, por vincularse a una tarea sólo reservada a hombres, con mucho peso machista? Asun asegura sentirse muy a gusto entre los colegas de profesión cuando celebran la tradicional cena de San Cristóbal. Y rechaza que, al contrario de lo que se pueda pensar, impere tanto el machismo dentro de la profesión. “Algún impresentable hay”, admite, pero “como en todos los lados”.

La maternidad

Si algo le pesa a Asun es no haber podido estar más tiempo con su hija y su hijo, hoy ya mayores y trabajando. De hecho, es lo que considera más duro dentro de su profesión. Más que el esfuerzo físico. Con ambos progenitores fuera de casa al frente de sus camiones para sacar adelante la empresa, Asun agradece la ayuda que les brindaron sus padres porque “han estado tan bien cuidados como si hubieran estado conmigo”. Sin embargo, añade: “es una pena porque eso no vuelve”. Lo reitera hasta tres veces. “Eran unos años en los que andaba con muchísimo trabajo y, sobre todo, de mi hija la mayor he disfrutado muy poco”, lamenta. “Esa es la pena que tengo, el no haber podido estar más con ella mientras era pequeña, porque eso no vuelve”, insiste.

Asun tenía claro que no quería pasar las noches fuera y que su ámbito de trabajo, en lo posible, se circunscribe a la Comunidad Autónoma Vasca. Más joven llegó a desplazarse hasta Madrid o Valladolid, pero siempre en viajes de día. Pero también sabía que, siendo autónoma, no se pueden tener horarios ni rechazar peticiones de trabajo. “Yo no puedo decir que sólo trabajo hasta las cinco. Porque un día igual te entienden, pero a los siguientes no te llaman más”, subraya.

Y más en un época donde la competencia es tal que, asegura, “ahora te cambian a la primera de cambio. Y punto”. “Entra otro, les gusta más y te dejan de llamar sin ninguna explicación. Antes el transporte teníamos fuerza y ahora podríamos conseguir lo que queremos porque podemos parar el país, pero no nos ponemos de acuerdo”, insiste.

El futuro

Asun ya ha llegado a Eskoriatza y aparca a su camión en una empresa para ir a su casa, donde le espera su familia. Cierra una jornada que le ha llevado hasta Vitoria-Gasteiz, Bergara, Arrasate, Eskoriatza e Irun. Cientos de kilómetros que ha interrumpido “veinte minutos” para poder ir a comer a su casa.

Cuando le pregunto por sus planes a corto plazo, espera poder dejar de trabajar dentro de dos o tres años. Y convertirse en abuela a tiempo completo para disfrutar y recuperar -en parte- la dedicación que lamenta no haberle podido ofrecer a su hija e hijo. “No me gustaría que tuviesen que contratar a nadie para poder cuidar de mi nieto o nieta”, señala al recordar que su hija, al igual que ella, es autónoma y no sabe de horarios.

Asun volverá a sentarse en su camión. Lo hará con el ánimo de siempre, pero consciente de que le quedará un día menos para jubilarse y ver si se hace realidad cambiar las piezas de metal por las del pañal. Esa será otra batalla.