un material imprescindible en las nuevas tecnologías, el cobalto. Todo lo que es imprescindible es susceptible de manipulación y lo es también de avaricia. Si seguimos en esta derivada, la avaricia requiere para consumarse de una falta de escrúpulos, de ética o de moral absoluta. No da opción ni a la compasión, ni a la piedad ni siquiera a una mínima reflexión que provenga del más elemental sentido común. En la República del Congo se extrae el cobalto utilizando a niños de seis, ocho, doce años como mano de obra esclava en jornadas interminables de diez, doce, catorce horas. Con ese cobalto se fabrican las baterías de los teléfonos móviles que usamos en medio mundo y son las compañías de telefonía como Apple, Samsung o Sony quienes a través de intermediarios compran ese material para incorporarlo a su millonaria producción. Esto ya fue denunciado en su día por Amnistía Internacional o Afrecwatch, especializada en la vulneración de derechos en la obtención de minerales. Ambas organizaciones han rastreado el modo en que se obtiene el cobalto empleado en las baterías de litio que es vendido a esas multinacionales y a otras. Han comprobado cómo emplean a niños de siete años en un penoso trabajo de extracción en dramáticas condiciones. Las galerías apenas tienen la altura de un menor y en vídeos obtenidos ad hoc se les puede ver arrastrándose y picando las paredes con punzones, cubiertos de polvo sin apenas respirar. Esta explotación intolerable lleva a estos niños a sufrir dolencias pulmonares irreversibles, también se han dado casos de derrumbes donde han muerto sepultados por las rocas. El único lugar donde debieran estar es en la escuela, en sus juegos y con sus familias. Si esto no es así, en esta engolada era digital, algo está podrido en el mundo. Parece que todo debe ser instantáneo, que nada puede esperar ni siquiera el tiempo necesario para madurarse, para ser en sí algo reconocible. Quien no tiene un móvil tiene dos y algo tan necesario como la comunicación natural parece estar perdiéndose para siempre. No podemos esperar dos días para recibir la carta de un amigo, de una madre, de un amor. Ya no se escriben cartas. ¿De verdad es necesaria tanta urgencia? ¿De verdad todo debe ser inminente? Esto produce ansiedad, desubicación intelectual y pérdida de personalidad individual. Si los teléfonos móviles se fabrican a este precio, si cientos de niños son explotados de este modo, sin ningún escrúpulo, sin piedad, con la vista puesta en el beneficio, estamos perdidos. Sostengo que existe un modo de avidez en el lucro que es de raíz criminal, pues a sabiendas de ese crimen, no repara en consumar el infanticidio sin rémora alguna. Esto debe acabar. Los investigadores han documentado cómo los intermediarios compran el cobalto en zonas donde la explotación infantil está muy extendida y lo venden a la Congo Daftang Mining (CDM), una filial del gigante chino Huayou Cobalt. Ninguna de las compañías digitales ha dicho nunca una sola palabra sobre la manera como llega el cobalto a sus instalaciones. Sólo evasivas e indiferencia. La República Democrática del Congo proporciona el 60% del cobalto utilizado y es uno de los países más pobres del mundo. La utilización desenfrenada de los teléfonos móviles está siendo causa de adicción en todos los segmentos de la sociedad, también en niños que reciben esos móviles que llegan de la mísera explotación de otros niños. Conversar sin ruido, escribir una carta a los amigos. Esto nunca debiera perderse.

El autor es escritor