Donald Trump no considera en realidad un problema que se inicie el proceso de impeachment o juicio político sobre su integridad y conducta en la presidencia de Estados Unidos anunciado por la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi. Trump podría incluso atreverse a explicar esa decisión como maniobra del Partido Demócrata para condicionar el año electoral en que pretende revalidar su cargo; máxime cuando los demócratas, y la misma Pelosi, habían desechado anteriores ocasiones de procesar (to impeach) al presidente: desde el russiagate y el informe del fiscal Mueller a sus continuadas mentiras (The Washington Post contó 10.111 afirmaciones falsas en público hasta abril), pasando por las motivaciones, o la inexistencia de estas, en el inusitado ritmo de ceses y dimisiones en su gobierno o las hasta ocho investigaciones judiciales en las que se ha visto implicado. Incluso en un último caso Trump podría contar con la mayoría republicana del Senado, seguramente poco dispuesta a derribar a quien si duda es todavía hoy, contrariamente a lo que pensaban en 2016, su mejor candidato para las presidenciales pese a que el 69% de los electores se muestre disconforme con sus políticas. Lo que sí sabe Trump un problema es que por primera vez se halla en el centro de un escenario que no controla -nadie lo hace, el impeachment solo se ha iniciado tres veces en dos siglos, tiene vida propia en el Congreso y el Senado y es imprevisible- ni condiciona con el hiperactivo uso de las redes sociales y donde la imprudencia de su egolatría puede acabar siendo tan evidente como en la conversación con el presidente ucraniano, Volodimir Zelensky, que ha impulsado la decisión de Pelosi. De ahí que la publicación por la Casa Blanca de esa charla no sea sino el intento, quizá poco efectivo, de recuperar el control de los acontecimientos, o al menos del ritmo vertiginoso en que se van a suceder, descontado ya que sin ella también se iba a conocer lo que dijo Trump -transcrito en un memorando elaborado por los servicios de inteligencia- a través del testimonio de quien alertó inicialmente del riesgo que podría suponer para la seguridad nacional que el presidente de EEUU se atreva a disponer del poder e influencia de su cargo para satisfacer intereses particulares, en este caso los de cuestionar la honestidad de quien puede ser su rival en noviembre de 2020, Joe Biden, a través del hijo de este.
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