Corría el año 1969 cuando, en plena guerra fría, la inteligencia militar de los Estados Unidos creó ARPANET, una red exclusiva para mantener las comunicaciones desde cualquier punto del país en caso de un ataque ruso.
Veinte años después, el ingeniero británico Tim Berners-Lee inventó la World Wide Web (WWW): “Un espacio libre, abierto y sin permiso para que toda la humanidad pudiera compartir ideas y conocimientos”. Han pasado ya tres décadas desde su aparición y todo parece indicar que la web ha entrado en la crisis de los 30 porque, en palabras de su creador, “ha perdido el rumbo y se detectan muchas cosas que han ido mal”.
Efectivamente, la mitad de la población mundial no dispone de Internet en sus casas, y los que están conectados sienten que sus derechos y libertades están desprotegidos debido a las filtraciones de datos, los problemas de privacidad o las fake news. Escándalos como el de Cambridge Analytica, que utilizó los datos de las cuentas de Facebook en favor de la campaña electoral de Donald Trump o el referéndum del Brexit, han generado un sentimiento de inseguridad y desconfianza entre los usuarios de Internet.
Esta situación ha traído de cabeza a Berners-Lee, quien ha puesto en marcha una campaña para pedir la colaboración conjunta de gobiernos, empresas y ciudadanos que garantice el acceso a Internet a todas las personas, respete la vida privada de los usuarios y evite las malas prácticas que ponen en peligro los derechos humanos.
La web, tal como la conocemos, se encuentra bajo amenaza. El reto consiste ahora en educar a los ciudadanos en el uso correcto de Internet y las redes sociales, especialmente a los más pequeños, no en vano son los usuarios potenciales del futuro tecnológico que forma parte ya de nuestro presente.