El reciente viaje realizado por el lehendakari, Iñigo Urkullu, a Nueva York, donde ha tomado parte en un importante foro de la ONU, se ha entrevistado con el teniente de alcalde de la ciudad, Phil Thompson, y ha mantenido un fructífero encuentro con el Alto Representante para la Alianza de las Civilizaciones de las Naciones Unidas, Miguel Ángel Moratinos, ha supuesto un notable éxito de cara a la imagen internacional de Euskadi y ha puesto a nuestro país como referente en ámbitos de importancia y preocupación capital en todo el mundo como el desarrollo sostenible, el modelo de convivencia y cohesión social y la prevención de la radicalización. No se trata solo de una mera cuestión de imagen, de marketing sin contenido. Por primera vez, una nación sin Estado ha participado en el High Level Political Forum, que analiza anualmente los resultados de las políticas de los países de todo el mundo respecto a la Agenda 2030 que marca los objetivos para un desarrollo sostenible, y donde Euskadi ha recibido un reconocimiento internacional por sus avances y compromisos en la lucha contra el cambio climático. Pero, además, y como consecuencia del trabajo realizado y desarrollado durante este viaje, Euskadi ha sido elegido por las Naciones Unidas para desarrollar en nuestro territorio un proyecto piloto destinado a la prevención de la radicalización de origen religioso, principalmente entre los jóvenes. Una vez realizado y debidamente evaluado, este proyecto servirá para su posterior implementación en otros lugares del mundo. Un proyecto que, obviamente, no nace de la nada y que supone un reconocimiento al trabajo ya realizado en este terreno y en la experiencia llevada a cabo en los últimos años respecto al modelo vasco de convivencia que, con sus dificultades y mejoras constantes, ha arraigado en la sociedad vasca y del que participa la gran mayoría de la ciudadanía. Por ello, la elección de Euskadi por parte de las Naciones Unidas para la puesta en marcha de este plan piloto es un incuestionable espaldarazo a las políticas llevadas a cabo en la lucha frente a la radicalización y supone un hito para nuestro país como referente internacional en una materia de alta sensibilidad y que resulta absolutamente estratégica en las políticas futuras para prevenir delitos de odio, enfrentamientos y episodios de violencia.