La presentación por el Consejo de Relaciones Laborales de Euskadi (CRL) del informe sociolaboral de 2018 y el avance de los datos correspondientes a los primeros meses de este ejercicio permite realizar un análisis de la realidad de una economía que se mantiene en crecimiento por quinto año consecutivo pero que continúa una paulatina desaceleración; también de la realidad del empleo, cuya evidente mejoría -12.000 trabajadores con contrato indefinido más que antes de la crisis, en 2007- se ve matizada por los altos niveles de temporalidad, del 25%, once puntos por encima de la media europea. Ambas vertientes de la situación sociolaboral vasca permiten, en todo caso, el contraste con la paradoja de una conflictividad creciente no solo en apariencia (las 216 huelgas y 95.282 jornadas laborales perdidas contabilizadas el pasado año suponen un aumento del 11% y del 17,8% respecto al año anterior) pese al todavía relativo éxito de que la negociación colectiva llevara el pasado año a la renovación de 317 convenios (146.294 trabajadores), lo que supone un incremento de los convenios en vigor del 22,5% al 47,3% (un 8,6 % más que el año anterior), y una reducción de los convenios decaídos de más de cuatro puntos (19,4% al 14,9%). Y dicho contraste lleva a preguntar por los motivos y agentes que provocan esa paradoja de que una mejora de la economía, también de la contratación, aunque ambas se produzcan con notorias reservas, y un incremento de la efectividad de la negociación colectiva con un incremento salarial medio en los convenios acordados en Euskadi del 1,86 %, por encima del 1,6% del IPC, coincidan sin embargo con un periodo de mayor conflictividad laboral que se ha prolongado durante los primeros meses de este año. Porque del mismo modo que el razonado temor a la desaceleración no parece contar con base suficiente para el enrocamiento empresarial en los beneficios, lo razonable de la exigencia de quienes más han sufrido las consecuencias de la crisis iniciada hace una década, los trabajadores, para que la mejora de la economía se traduzca en una reducción de la precariedad en el empleo -especialmente con una mejora de la aún muy escasa y lenta transición del temporal al indefinido- no parece concordar con la radicalidad en las formas empleadas en algunas reivindicaciones.
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