Ir al dentista tiene sus ventajas y sus desventajas. Lo bueno es que te diagnostican lo que hay que curar y extraer; no como en tiempos. Don Celedonio colocaba la rodilla en el pecho y se cobraba la pieza sin piedad. Ahora no; ahora te hacen fotocopias de radiografías y escáner y te mandan a casa con tu propia calavera fotografiada, con una carpetilla y toda clase de detalles, que llevas bajo el brazo. Es como pasear con la cabeza cortada debajo del brazo con alegría y buen humor. Con tranquilidad lo repasas y te das cuenta de que tienes una calavera de preocupar; y que son más bonitas las calaveras de los fusilados, porque son más jóvenes y tienen todos los dientes en su sitio. Abres los periódicos y piensas: “¿Estos que aparecen en los titulares y se creen importantes irán al dentista?”. Pasear con tu propia calavera debajo del brazo por las calles es como llevar el cuervo del destino al hombro.