Hace ya varios años que han hecho acto de presencia en nuestra sociedad unos vehículos aéreos no tripulados conocidos como drones. Ellos, no obstante, constituyen la punta del iceberg de una nueva revolución tecnológica, liderada por el mundo de los robots y el de la inteligencia artificial.
Si bien en un principio su empleo parecía estar circunscrito al uso militar, pronto se descubrieron las inmensas posibilidades que presentaban también para el uso civil. Numerosas tareas agrícolas podrían verse enormemente beneficiadas con su uso y, también, podrían contribuir en el importante campo de la seguridad.
Porque, la capacidad que poseen de volar durante largos periodos de tiempo -prácticamente sin supervisión humana- capturando muchas imágenes que luego pueden ser procesadas por sistemas de información sofisticados, los convierten en una herramienta muy poderosa. Ahora bien, el hecho de que su numerosa presencia pueda provocar la suspensión de multitud de vuelos aéreos por seguridad y de que puedan paralizar aeropuertos, son problemas graves que deben de resolver, a la mayor brevedad posible, los Estados y la sociedad civil.