Los asesinatos ayer en Bilbao de Maguette, de 25 años, con dos hijas pequeñas; en Castellón de dos niñas de dos y seis años a manos de su padre, separado y con dos denuncias por violencia machista, quien se suicidó a continuación; y en Maracena el de Nuria, una mujer de 39 años que deja un huérfano de 12, apuñalada por su pareja, prolongan la escalada de la violencia machista, continuo drama que apela desesperadamente a la conciencia de la sociedad y ante el que no hay más tiempo que perder. Porque esas cuatro nuevas muertes, que elevan el número de víctimas este año al menos a 40 (37 mujeres y 3 menores) a la espera de la confirmación de otros dos casos que se investigan, evidencian la necesidad de implementar medidas con mayor urgencia, diligencia y rotundidad que las que han derivado hasta hoy del sonoro Pacto de Estado contra la Violencia de Género que se alcanzó hace ya un año. A los doce meses de su aprobación el 28 de septiembre de 2017, dicho Pacto apenas ha servido para sacar adelante, y hace solo dos semanas, las primeras tres medidas, limitadas a un aumento de las competencias municipales, con una dotación económica todavía muy escasa; al acceso a la consideración de víctima, y a las ayudas y protección social, sin necesidad de denuncia -tres de cada cuatro víctimas no denuncian- y por mera constatación de la situación por los servicios sociales; y a la intervención del psicólogo con los menores afectados sin necesidad de permiso paterno, lo que supone un mero matiz al verdadero problema de la patria potestad, que todavía hoy no se retira al victimario mientras no exista sentencia firme. Actuar en este ámbito, que sin embargo el Pacto de Estado apenas trata en sus compromiso de “intensificar la asistencia y protección de los menores” se evidencia además imprescindible porque el devastador efecto de la violencia machista en los hijos se produce más allá de las cifras escalofriantes relacionadas directamente con los asesinatos (25 niños han muerto por esta sinrazón desde 2013 y solo durante este año otros 25 han quedado huérfanos). Es una trágica realidad diaria para miles de menores que sufren directamente la violencia de género que los hombres ejercen sobre sus madres y de la que las 962 muertes de mujeres en los últimos quince años son la parte más terrible.