Aunque ya avanzó su posición durante su duro discurso en el pleno de Política General del Parlamento Vasco el pasado jueves, el líder del PP en la CAV, Alfonso Alonso, escenificó ayer un nuevo órdago en forma de ultimátum dirigido al PNV y al lehendakari, Iñigo Urkullu, que contiene una inasumible carga de profundidad. La exigencia -expuesta por el dirigente popular como conditio sine qua non- de que la formación jeltzale apoye la proposición no de ley que, según anunció, presentará el PP en la Cámara para que “se retrotraigan los trabajos de la ponencia de Autogobierno” -algo que deberá concretar, porque podría ir mucho más allá de las bases del nuevo estatus acordadas entre PNV y EH Bildu- parece ya de por sí inviable. No solo porque significaría la “rectificación” que con tanta vehemencia y exceso verbal viene exigiendo Alonso ante lo que denomina “el acuerdo de autodeterminación” abertzale, sino porque supondría obviar los trabajos y debates de los parlamentarios y expertos que han tomado parte en la Ponencia, que ahora está en la fase de redacción de un texto por parte de los juristas. “Votar a favor de dar marcha atrás y reiniciar el diálogo. Es lo único que tiene que hacer el PNV si quiere sentarse a negociar con el PP”, insistió de forma categórica el presidente popular vasco. Es obvio que Alonso quiere aprovechar la minoría del Gobierno y la apretura de tiempo sobre los Presupuestos con el objetivo de presionar al lehendakari y a la formación jeltzale, cuestión que, a priori, entraría dentro de la lógica política. El PP, además, ha sido clave para aprobar las Cuentas vascas en los dos últimos años. Urkullu fue claro en el pleno de Política General, al preguntar a Alonso en qué había cambiado la situación para que los populares -que suelen presumir de apostar siempre por contribuir a la estabilidad política y económica- rechacen ahora los Presupuestos bajo la excusa del acuerdo sobre el nuevo Estatuto, cuyo debate nunca le ha interesado y para cuya concreción, sea la que sea, falta aún mucho tiempo y mucho trabajo. La realidad es que lo único que ha variado ha sido la moción de censura que, con el apoyo del PNV, desalojó a Mariano Rajoy de la Moncloa. Y el PP vasco -como parece evidente- quiere cobrarse la consabida venganza. Una estrategia de alto riesgo, que le puede llevar a profundizar en la irrelevancia política en Euskadi.
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