No hay otro camino. La política debe transitar por los principios del diálogo, el compromiso y la garantía para ofrecer soluciones a los problemas que preocupan y ocupan a la sociedad vasca. El discurso del lehendakari Iñigo Urkullu en el Pleno de Política General del Parlamento Vasco fue claro al asentar la realidad de un nuevo tiempo que en la política vasca debe superar las actitudes de hostilidad y exacerbación de las diferencias como modo de reafirmación propia. Tanto en el ámbito de lo prosaico, práctico si se quiere, que se supone el debate sobre las prioridades y su concreción presupuestaria como en el de las convicciones y su plasmación en un modelo capaz de englobar a los diferentes sentimientos de pertenencia sin necesidad de contraponerlos. La inicial oposición del PSE y el PP, explicitadas por Idoia Mendia y Alfonso Alonso, a esa parte del ofrecimiento del lehendakari supone, en ese sentido, aferrarse a la errónea costumbre de confrontar posiciones que ya ha sido superada por la sociedad a la que el pleno del Parlamento Vasco representa políticamente. Una sociedad que ha comprobado en los seis años de Urkullu al frente del Gobierno Vasco la validez del diálogo, pese a su dificultad, como método hacia el acuerdo entre diferentes y el beneficio que este proporciona y que, por tanto, en momentos no demasiado álgidos de la confianza en las estructuras políticas plantea la exigencia de un esfuerzo para avanzar y alcanzar compromisos que respondan al sentir mayoritario sin menospreciar a quienes no lo conforman o no se sienten por él representados. Un principio que sirve lo mismo para determinar cómo se concreta la apuesta del gobierno por el crecimiento y el desarrollo al tiempo que se mantiene e incrementa el gasto social que para alcanzar consensos en torno al autogobierno más allá de lo concretado por la mayoría parlamentaria. Porque solo desde esa sensibilidad de respeto en ambas direcciones, tanto en Euskadi como en el Estado, se pueden tejer compromisos que posean garantías de cumplimiento superiores a las que, como el propio Urkullu señaló ayer, en la práctica ha obtenido el acuerdo sobre el Estatuto alcanzado por abrumadora mayoría social hace ya cuatro décadas y sin embargo todavía hoy incumplido.