Ayer, casi en el último suspiro de la Aste Nagusia de Bilbao, Bilboko Konpartsak se concentraba para denunciar la agresión verbal y física a unas mujeres en la madrugada del viernes al sábado. El alcalde confirmaba horas antes que se han contabilizado cuatro denuncias por tocamientos a mujeres durante las fiestas. Con las de la capital vizcaina, la CAV cierra el ciclo de las fiestas de verano con balances similares: brillantes en lo estrictamente festivo y nuevamente tristes y decepcionantes en lo que a la igualdad y al respeto a las mujeres se refiere. Y, como siempre, hay que recordar que el problema de la violencia machista, en todas sus formas, no es exclusivo de los entornos festivos y buena muestra de ello es un agosto particularmente negro para Araba, no solo por la denuncia de agresión sexual a una menor en fiestas de La Blanca, sino por ejemplo por la agresión a una joven e intento de estrangulamiento por la que fue detenido un hombre en Dulantzi hace apenas diez días. Una de las primeras tentaciones es reducir este problema a un asunto de seguridad, un elemento que por necesario no ha de ser exclusivo. La atenta mirada de los casos que han sacudido las fiestas de las capitales de la CAV son la mejor muestra de la complejidad y profundidad de un problema que es estructural. La variedad de perfiles de los implicados en los sucesos, en origen y en edad, así como la diferente tipología de los delitos, desde la obsesa vigilancia y grabación de mujeres en situaciones íntimas hasta la violación pura y dura, hablan de comportamientos impermeables al clamor del mensaje de que No es no. Las denuncias contra estos delitos demuestran que la concienciación social avanza frente al silencio que rodeaba a estos casos en un pasado no tan lejano. Y la pronta localización y detención de los supuestos culpables en muchos los casos demuestra también que la seguridad y vigilancia no es la debilidad principal en la lucha contra un delito difícil de prevenir si no es desde la raíz, que es la educación, los mensajes y modelos de referencia que se proyectan sobre la sociedad y que proyecta la propia sociedad, que deben pasar inexcusablemente por la igualdad de género, sin renunciar a la reflexión puntual que corresponda para mejorar, y corregir si es preciso, el trabajo que se viene realizando.