La recuperación por parte de Grecia de su soberanía económica para establecer las políticas y medidas que considere oportunas ha puesto fin a una durísima etapa de control estricto por parte de la troika a raíz de los rescates, basada prácticamente en el criterio único de la austeridad y que ha supuesto un enorme sacrificio para la ciudadanía del país heleno durante los ocho años que ha durado. Esto no significa, sin embargo, que Grecia se haya liberado totalmente de la senda de la austeridad presupuestaria, ya que deberá mantener algunas medidas durante más de cuatro décadas. Tras esta crítica etapa impuesta por los acreedores -Fondo Monetario Internacional (FMI), Banco Central Europeo (BCE) y Unión Europea (UE)-, es obligado resaltar que los esfuerzos realizados por todo el país han dado sus frutos, aunque existen dudas razonables sobre los efectos negativos -social, económica y psicológicamente- que, en sentido contrario, han supuesto las estrictas medidas de austeridad y que han podido impedir su crecimiento real. Con todo, Grecia arroja ya felizmente datos positivos, como la bajada del paro, que se sitúa ya por debajo de la barrera del 20%, un crecimiento del 1,4% en 2017 cuando ocho años antes bajó un 5,5% y un superávit del 0,8% cuando tenía un déficit del 11,2%. Las perspectivas, por tanto, son halagüeñas ya que se espera que el PIB crezca en 2019 por encima del 2%, aunque la población no las tenga todas consigo ya que la mejoría no ha alcanzado a amplias capas de la sociedad griega. En un discurso de corte casi heroico lanzado desde la mitológica isla de Ítaca, el primer ministro, Alexis Tsipras, anunció el fin de la “odisea” económica, comparándola con la larga y tortuosa travesía plagada de sacrificios que narrara Homero en su poema épico. Sin embargo, Tsipras es consciente de que los sacrificios deberán continuar, si bien en menor medida que en la etapa de los rescates. Es justo reconocer que, contra todo pronóstico y pese a la dura oposición que ha sufrido y a las continuas movilizaciones en Atenas, Tsipras ha logrado situar al país en la senda de la recuperación. “En esta nueva era no cometeremos el error de olvidar lo que aprendimos durante los programas de asistencia”, afirmó ayer. No es mala actitud, aunque tampoco se debe olvidar de los muchos errores que cometieron los dirigentes griegos durante décadas y que llevaron al país a la situación de tener que ser rescatado.