Los actos y mensajes de homenaje a las víctimas de los atentados yihadistas que tuvieron lugar hace justo un año en Barcelona y Cambrils han sido un efímero y frágil paréntesis en la tensión y en la batalla política que se viven en Catalunya. La petición de las víctimas de que no se utilizase su dolor para hacer política se concretó en una pequeña tregua entre los partidos, pero, tal y como ocurriera poco después de los ataques, el enfrentamiento dialéctico y de posiciones ha vuelto al escenario catalán dejando la memoria de la barbarie terrorista en un segundo plano. Las pancartas y los gritos a favor y en contra de la presencia del rey en el aniversario del 17-A, las palabras del president Quim Torra, al anunciar que van “a atacar a este Estado injusto” y los numerosos incidentes a cuenta de la colocación y retirada de símbolos como cruces o lazos amarillos están añadiendo tensión y amenazan con caldear aún más los ánimos a medida que se acerque lo que parece será un otoño caliente, con la Diada y el aniversario del referéndum del 1 de octubre en el horizonte. En este escenario, los dirigentes catalanes están apremiando a Pedro Sánchez para que concrete su “solución” política para el conflicto en Catalunya. Sánchez, que apenas lleva dos meses y medio en La Moncloa, ha planteado la necesidad de abrir una nueva etapa de diálogo con las instituciones catalanas con el fin de encauzar el problema, aunque aún no ha dado a conocer qué está dispuesto a ofrecer y, fundamentalmente, si la consulta a la ciudadanía forma parte de la ecuación, algo que para los independentistas es conditio sine qua non. De hecho, Carles Puigdemnt ya lanzó un ultimátum a finales de julio tras su regreso a Bélgica una vez retirada la euroorden contra él, al advertir a Sánchez de que en otoño se acababa su “periodo de gracia” y exigirle que tras el verano les “ilumine con su receta para Catalunya”. Ahora, el líder del PDeCAT, David Bonheví, insiste en la entrevista que hoy publica DNA en demandar al Gobierno español una “solución política” ya que, de lo contrario, la legislatura “será corta”, insinuando que le retirará los votos con los que Sánchez fue investido, aunque prolonga el plazo hasta “final de año”. El conflicto catalán precisa de una solución urgente, pero también de un periodo de distensión y diálogo, de prudencia y sosiego sin ultimátums, que garantice un resultado final justo, democrático y satisfactorio para todos.