Esta planta salvaje, libre y olorosa nace donde quiere; pero también donde le dejan. Su porte esbelto de modelo natural de campo, sin aditivos postizos, descalzo y desnudo de pies a cabeza, le hacen brillar por su sencillez de verde oliva, de verde orégano. Su cabeza granada de sol y de luna recorre los olores de las estrellas y las brisas de la noche para cuando seca llevarla a todas las cocinas más ilustres y humildes del mundo sobre todo, donde saben apreciar su ternura y vigor. Deberíamos aprender de ella, de esa planta sabrosa y exquisita: primero deja posar a las mariposas blancas, luego a las de colores, cuanto más colores mejor. Con el aire del sur se crece y embellece, como nos pasa a nosotros cuando arriban las gentes de África. Tendremos niños mulatos, la belleza caminando.
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