“Más vale Galicia en mano que 17 Autonomías volando” habrá pensado Feijóo. Porque el presunto sucesor de Rajoy ha renunciado a serlo aduciendo el temor a que se investigue su pasado y se publique de nuevo su foto de intimidad con un narcotraficante u otras imágenes peores, confesando así que las hay y ha retirado a última hora su candidatura por ese creíble chantaje. Muy elocuente esa queja sobre la política “salvaje” de Madrid (España), que ya no tolera tanta corrupción. Algo hemos progresado.
Más temeraria, Cospedal finge creer que hemos olvidado que es la principal responsable interna del partido y que sólo semanas antes ha dejado el manejo del aparato de las primarias; tampoco hemos olvidado que ya “su” Autonomía la repudió por su autoritarismo, incapacidad y feroces recortes. Por su parte, Santamaría, útil secretaria del presidente echado, sería un Rajoy dos, inútil también para gobernar, como demostró en Cataluña y su constante pelea con Cospedal, si no a sillazos, sí a silla por medio, como el Dos de Mayo, lo que dividirá ahora más que nunca el PP.
De menor cuantía aún son otros aspirantes, como Casado, con su titulitis, por la que acaba de ser imputado, empeñado en ser un Cifuentes dos (de otros expretendientes, como Aguirre y Gallardón, mejor ni hablar). La herencia de Rajoy, el dirigente durante más tiempo de la derecha española, amenaza, pues, si no ocurre un milagro, ser más de lo mismo, un cambiar para no cambiar, habiéndolo dejado todo el jefe, para cuando sucediera lo inevitable, atado y bien atado.