Si, como parece ser, la moción de censura a Mariano Rajoy prospera en la votación de hoy, el líder del PSOE, Pedro Sánchez, será el próximo presidente del Gobierno español por un tiempo indefinido fruto de una mayoría absoluta del Congreso de los Diputados. El éxito de la moción y de sus consecuencias -el desalojo de Rajoy y del PP del Gobierno y la llegada al mismo de Sánchez- tiene unos motivos muy claros y muy evidentes de los que todos los partidos deben sacar conclusiones. En especial, el propio líder socialista y futuro nuevo presidente y también sus eventuales socios. En primer lugar, resulta necesario señalar que la única responsabilidad de la caída en barrena de Mariano Rajoy es suya y de su partido. Sus actuaciones pasadas, protagonizando, encubriendo, justificando o minimizando los innumerables casos de corrupción y en especial su absoluta indolencia e inmovilismo tras la contundente sentencia del caso Gürtel habían llevado al sistema político del Estado a una situación insostenible. El estado de shock en el que se encuentran ahora los populares debería servirles, en este sentido, para su necesaria regeneración asumiendo sus muchos errores. Pero el resultado de la moción de censura apela también, en especial, al PSOE y a Podemos. Sánchez ya esbozó ayer un giro en sus planteamientos pasados y anunció que abrirá un diálogo sobre Catalunya. Debería ser el comienzo de un cambio radical de discurso y, sobre todo, de dinámica política respecto al modelo de Estado. El líder socialista debe ser consciente de que el apoyo de los nacionalistas -a quienes llegó a despreciar- es una apelación a la construcción de un modelo de convivencia respetuoso con las nacionalidades. Sobre todo, porque la alternativa es justamente el destintegrador discurso de Rivera, esto es, la imposición, la falta de respeto a minorías que son mayoritarias en su ámbito sociopolítico y la incapacidad de construir proyectos conjuntos desde la diferencia. La eventual presidencia de Sánchez abre una etapa plagada de incertidumbres, muchas de las cuales no quiso o no supo aclarar ayer. La primera de ellas, la composición de su gobierno. También sus prioridades políticas, que deben pasar por la responsabilidad que él mismo ha estado exigiendo, el cumplimiento de sus compromisos -ya avanzó que mantendrá los Presupuestos y, con ello, las inversiones pactadas para Euskadi- y la estabilidad institucional.
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