La triste jornada vivida el jueves en Bilbao, marcada por la muerte por infarto de un agente de la Ertzain-tza en el marco de los incidentes previos al partido de Europa League entre Athletic y Spartak de Moscú, deja mucho en qué pensar. En primer lugar, acompañar en el dolor a la familia del agente de Ermua y a la Er-tzaintza por un hecho luctuoso fruto de la fatalidad. Pero, inmediatamente, incidir en la repugnancia que como sociedad castigada por la violencia en el pasado debe producir en los vascos la frívola y estúpida utilización de la confrontación física, el recurso a la agresión para dirimir una discrepancia inventada entre personas cuyas vidas se desarrollan a miles de kilómetros de distancia entre sí. No es admisible que colectivos amparados por la impunidad y la libre circulación se desplacen sin control por Europa con la excusa del fútbol y el único objetivo de practicar la violencia. Las instituciones europeas, también y sobre todo las deportivas, deben dejar de mirar a otro lado ante situaciones que se repiten en el tiempo. La neutralidad de los clubes deportivos bajo cuyos colores se amparan esos movimientos debe encontrar respuestas ejemplares por parte de la UEFA. Se hizo en el pasado para poner freno a una violencia que causó decenas de muertes y debería afrontarse ahora antes de que se repitan hechos igual de trágicos. En segundo lugar, resulta igualmente inaceptable que la expectativa de una confrontación violenta sea alentada y casi propiciada también desde colectivos cercanos. Al fascismo no se le pone freno compartiendo su estrategia de provocación sino acompañando y facilitando que los mecanismos de la democracia se ocupen de contenerlo. No representan a esta sociedad quienes se sienten ungidos para confrontar en las calles de nuestras ciudades con los mismos métodos y la misma premeditación de aquellos a los que rechazamos. El ejercicio de la responsabilidad, en una situación como la vivida el jueves, pasa por la contención, el control de las emociones y el apoyo pleno a los mecanismos de seguridad de los que nos hemos dotado como sociedad, con la Ertzaintza a la cabeza. Lo que ha ocurrido no tiene que ver con el Athletic ni con Bilbao ni con el sentir de los vascos. La intolerancia, hable el idioma que hable, merece una respuesta sin ambages; de reproche, de señalamiento incluso. Sea del color que sea.
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