La rúbrica por las principales instituciones de nuestro país -Gobierno Vasco, diputaciones forales y municipios a través de Eudel- del Pacto por la Familia e Infancia supone un primer paso esencial para afrontar lo que podría definirse ya como algo más que la amenaza de una crisis demográfica en Euskadi. Junto a las medidas específicas que, como el anunciado aumento de dos a tres años de las ayudas por segundo hijo, deberán ir concretándose en el corto y medio plazo, el compromiso institucional para establecer un nuevo Plan de Apoyo a las Familias es, como afirma el lehendakari Iñigo Urkullu, “una apuesta por la juventud, una prioridad compartida en nuestra visión de futuro de Euskadi” y un reconocimiento y compromiso contra “el reto demográfico” que se le presenta de modo inmediato a la sociedad vasca. No es una consideración gratuita. La tasa de fertilidad (número promedio de hijos por mujer) en Euskadi es de 1,39 frente al 1,9 de la Unión Europea y nuestra tasa de fecundidad general, es decir, el número de nacimientos por cada mil habitantes, es de 8,4, un punto por debajo de la media del Estado español, a la altura de países con serios problemas de renovación demográfica como Taiwán, Corea del Sur o Singapur, y únicamente superior a las de sociedades ya envejecidas como Japón, Andorra o Mónaco. Con 18.200 nacimientos por año y una edad media de maternidad superior a los 33 años -sólo el 17% de los nacimientos son de madres por debajo de los 30 años- el ya evidente envejecimiento de la población vasca no parece sencillo de revertir y la incapacidad para asegurar el relevo generacional augura un nada esperanzador horizonte en cuanto la sostenibilidad de los niveles de bienestar que nuestra sociedad ha alcanzado, especialmente en el último tercio del pasado siglo con base en el desarrollo industrial y económico pero con raíces también en el boom de la natalidad de las décadas de 1960 y 1970. Lo que ahora se anuncia como una nueva época de crecimiento económico es, por tanto, una oportunidad para concebir y poner en práctica las medidas que inviertan la tendencia de la natalidad en Euskadi -desde el inicio de la crisis en 2008 el número de nacimientos ha descendido un 14,4%- y ello exige que el nítido posicionamiento de nuestras instituciones tenga reflejo en los agentes que más influyen en la conciliación y en el desarrollo de proyectos familiares entre los jóvenes.